Rafael Morgan Ríos
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Ante el cúmulo de problemas que está sufriendo la sociedad mexicana, surge la pregunta ¿quién o quiénes tienen idea y capacidad de indicar un camino más o menos claro de soluciones y respuestas aceptables? No se observan líderes creíbles y confiables en las empresas, la política, las organizaciones sociales, las universidades, las iglesias, etc. En el ámbito empresarial, líderes como Carlos Slim, que aprovechó el monopolio público telefónico para acrecentarlo e impedir el acceso a cualquier competencia y que, si bien logró mejorar el servicio, lo hizo a costa de los usuarios y de bajos salarios al personal de base, gracias a todo lo cual, el señor Slim es el hombre más rico de México y pretende aparecer ahora como líder promotor del desarrollo en acuerdo con el Gobierno federal.
En el ámbito político, el Presidente López Obrador se ha convertido en generador de problemas más que en buscar soluciones concertadas; se ha dedicado a buscar culpables de ahora y del pasado y con una filosofía de ignorar los problemas, de dejarlos correr o de atenderlos sólo parcialmente, de acuerdo a la conveniencia e interés de su gobierno.
Los partidos políticos sufren de carencia de liderazgos y por lo tanto de falta de planteamientos de orden, de principios, de aplicación práctica que motiven no sólo a sus partidarios sino a una buena cantidad de mexicanos, con los cuales formen una oposición fuerte y congruente.
Existe una oposición ilustrada en las universidades y en los medios de comunicación, que ha estado poniendo el dedo sobre la llaga, pero no han emergido de ellos líderes que aterricen las ideas en un movimiento opositor que sepa a dónde quiere ir.
Es probable que las escaseces que ha estado sufriendo el País en la economía, los empleos, las oportunidades de educación, salud y desarrollo, hayan ocasionado una especie de autodestrucción de líderes, buenos o malos, poniéndose zancadillas unos a otros, atacándose, difamándose y neutralizándose, a tal grado que ahora pareciera que ya no hay líderes honestos que busquen el bien común, que respeten el derecho, a las personas y a las organizaciones.
El Rector del ITESO en Guadalajara expuso en el periódico Reforma que las universidades privadas “tenemos que producir conocimiento y formar profesionales con alto rendimiento académico, pertenencia social y generar propuestas viables… concebirse como centros pensantes, comprometidos con la verdad, la justicia y la paz”.
Se habla mucho del fracaso del liberalismo y del neoliberalismo al no haber logrado reducir la pobreza y al ocasionar la creación de millonarios y ricos, frente a millones que apenas tienen para comer y que han tenido que emigrar a otros países, pero todavía se tiene el humanismo político con una economía participativa, fundamentada en el Estado de Derecho y la participación social. Se requieren líderes que la adopten y la impulsen con un espíritu casi místico.
Existe un texto titulado “La Nueva Mística Empresarial”, cuyos autores son Gay Hendricks PhD y Kate Ludeman PhD, quienes desarrollan ideas y planteamientos alrededor de lo que ellos llaman “el empresario místico”, o sea aquel que rige su vida familiar, empresarial y de liderazgo con principios en los que cree y en los que se sujeta frente a los demás y frente a sí mismo. Se basa en el principio de la integridad, en una honestidad absoluta... “Las personas que se dedican a los negocios se meten en problemas cuando dicen una cosa al banquero, otra al cliente y otra a la junta directiva”. El empresario místico, “hace lo que dice que va a hacer. No hace lo que dice que no va a hacer”. El empresario místico tiene el talento de saber “abandonar la actitud de estar siempre en posesión de la verdad… lo que le impide ver la necesidad de un cambio”. “Los místicos conocen un secreto: que la integridad funciona, le permite conectar de manera auténtica con la gente. Sin integridad no hay relación, solo enredo”.
Algunos de los líderes actuales, que nada tienen de místicos, se enfrentan a los problemas de integridad recurriendo a las: “excusas; hacer como si nunca hubiesen sucedido; matan al mensajero; se ponen a la defensiva; se esconden tras una cortina de humo o, elaboran una mentira”.
Se requieren, pues, líderes que se hagan responsables de sus actos y de sus resultados, que no echen la culpa a “los otros” o “al mundo”, pues como expuso Harlan Randolph: “La honestidad no es la mejor política, es la única política”.
Se buscan líderes místicos, íntegros, de principios, que se enfrenten a los retos del País y busquen el desarrollo de México.