"Delincuencia común, azote con licencia. En Sinaloa se vive con las manos arriba"
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Va a sugerir Jesús Estrada Ferreiro, el patético Alcalde de Culiacán, que la gente se vaya en rutas en las que no asalten, pero resulta insoportable para la ciudadanía que el transporte de pasaje urbano sea abandonado a expensas de malandrines que despojan de sus pertenencias a los usuarios y luego se van tranquilamente, perdidos en la bruma de la impunidad. Ni siquiera esta seguridad pública mínima nos proporciona el Gobierno a los sinaloenses.
Ayer, por ejemplo, quienes se transportaban temprano en el camión identificado con el número 11, del recorrido Campiña-Centro, fueron víctimas de los rutinarios atracos cuando por el bulevar Agricultores todos los ocupantes tuvieron que entregarle sus pertenencias a un sujeto armado. No tiene caso ahondar en la impotencia y vulnerabilidad de aquellos que, en el Culiacán sin gobierno, sufren pérdidas sobre la de por sí raquítica economía personal y familiar.
De acuerdo a información que reciben de parte de sus choferes, los concesionarios del servicio reportan al día entre 20 y 30 asaltos al transporte urbano en Culiacán, Mazatlán y Los Mochis, aunque los jefes de la policía de estas ciudades, como es el caso de Óscar Guinto Marmolejo en la capital del estado, consideran insignificante la incidencia debido a las pocas denuncias de los afectados.
De esa burbuja de dejadez no salen las autoridades municipales porque les permite transitar en los cargos sin inmutarse por la violencia. Si salieran a las calles para tomarse la molestia de escuchar a la gente sentirían la indignación de esta por ser tomada de rehén por rateros envalentonados por el desgobierno. Ir al encuentro de la realidad es mucho pedirles a quienes el poder los blinda en contraste con ciudadanos indefensos.
Por supuesto que al tratarse de un delito disperso, de víctimas que omiten denunciar por la prisa de llegar a sus trabajos o, escuelas, y de choferes que se han habituado a los robos o ellos mismos son copartícipes, a los presidentes municipales les pasa desapercibido este tema a pesar de que es aquí, en la ineptitud para proteger a la ciudadanía, donde mejor se miden sus ineficiencias.
Quitándole el dato de origen, lo mismo sucede en las principales ciudades de Sinaloa, repitiéndose el patrón de ausencia de vigilancia, alcaldes apáticos en la elemental función de hacer valer la ley, sinaloenses que ven perdido el dinero del sustento quincenal, documentación, teléfonos celulares y tarjetas de crédito, mientras la nube negra de la tolerancia cubre a los que cometen los ilícitos.
El esquema que también resulta reincidente es el de los gobernantes en los municipios que se esconden detrás de desplantes de idiotez o auras ridículas. En principio, exigirle eficiencia a un Alcalde de Morena implica recibir la andanada de los locos de fanatismo que quieren convertir a las víctimas en culpables o, en el mejor de los casos, vendrá la recurrente respuesta de ediles con manifiesto déficit mental.
Todo esto junto se llama desgobierno. Si el Congreso del Estado se ha convertido en la mejor coraza que evita que las consecuencias legales les lleguen a los alcaldes por sus negligencias y omisiones, cuando el Gobernador Quirino Ordaz Coppel no puede intervenir en los municipios para no entrar en conflictos políticos y la Policía ha sido reducida a servidumbre de funcionarios, criminales y damas de compañía de la Guardia Nacional, claro que el delincuente común va a percibir la abdicación de la autoridad.
¿Qué diablos hacen los políticos investidos como presidentes municipales en Culiacán, Mazatlán y, Ahome? ¿Vaya, ni la tarea de prevención del delito pueden realizar bien? ¿Qué carajos hacen los policías municipales encerrados en sus cuarteles o de mandaderos de sus jefes, mientras la delincuencia consuetudinaria le da con todo a la población? ¿Quién fregados va a poner orden en estas ciudades cedidas a los maleantes?
Todos los días, a todas horas y en cualquier lugar, los malandros hacen de las suyas sin que les estorbe o les preocupe la acción policiaca. Asaltos a personas, robos en domicilios y establecimientos comerciales, atraco afuera de los cajeros automáticos y bancos, despojo de bolsos a mujeres y la insoportable ocupación del transporte urbano por los asaltantes son la pesadilla citadina, cada vez más insufrible.
Tranquilo, Alcalde de Culiacán, el tema es tan serio que no vaya a salir con otras de sus tonterías. Calma, Billy Chapman, porque otro desplante del político sucesor de Dios acabaría por condenar a los ahomenses a la desesperación. Sereno “Químico” Benítez que este llamado se realiza apelando a la conciencia del estadista, ojalá que la tengan, para no esperar a las víctimas letales que quieren seguridad en vez de esquelas. Dejen de querer vernos la cara a los sinaloenses.
Reverso
Por cada frase desafortunada,
De cualquier Alcalde hablador,
Mandémoslos todos a ‘La chingada’,
(El rancho de López Obrador).
Reír llorando
Eterna combatiente de los gobiernos de naturaleza perversa, sean del partido que sea, Blanca Palacios Barreda resaltó ante el ojo público la felicidad de la familia Gordillo al completar Redes Sociales Progresistas las veinte asambleas estatales para darle derecho a la maestra Elba Esther a tener un nuevo partido político. Mientras los Gordillo ríen, que México entero llore por la continuidad del asalto nacional que anuncia más buitres sobre la Patria en permanente rapiña. O estremezcámonos al menos con las palabras del yerno, Fernando González, que declara que “el liderazgo y el cariño de mi suegra, además de su congruencia política, es un crisol que nos fortalece”. ¡Está cañón!