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La fuerte figura política de Andrés Manuel López Obrador sigue provocando polarización y confrontación entre quienes lo apoyan o lo cuestionan. El domingo 1º de diciembre, al cumplirse un año de que asumió el poder, la Ciudad de México fue escenario de una concentración en el Zócalo con los seguidores del actual Presidente, y una manifestación por avenidas capitalinas de quienes critican al mandatario y al gobierno de la Cuarta Transformación.
Más allá de las consignas, las mantas y los carteles, destacó un mensaje impreso en algunas camisetas en el que, quienes las vestían, se reivindicaban abiertamente “fifís”, el término que despectivamente ha usado López Obrador hacia sus adversarios y que ahora parece identificar a los críticos del actual mandatario.
En redes sociales se volvió viral la fotografía de una mujer de mediana edad, blanca y pelo rubio, portando la camiseta que decía, en su parte trasera, “10 razones para ser fifí”, y luego las enumeraba:
1) Decido trabajar,
2) satisfago mis necesidades,
3) soy ambicioso,
4) me levanto temprano,
5) lucho por mis metas,
6) disfruto de las cosas buenas,
7) soy exigente,
8) provoco los cambios,
9) estoy orgulloso de mi mismo y
10) soy feliz.
Por cierto, la mujer de esta fotografía traía puesta una gorra que vale miles de pesos.
El mensaje implícito en este decálogo es que quienes no son fifís, es decir los chairos o los pobretones, son lo opuesto a lo que se enumeró en la camiseta: no trabajan, no satisfacen sus necesidades, no tienen ambiciones, no se levantan temprano, ni luchan por sus metas, no disfrutan las cosas buenas, no son exigentes, ni provocan los cambios, no están orgullosos de sí mismos, y son infelices.
Sería bueno saber al autor de este decálogo fifí, pero el mensaje parece provenir de los libros de autoayuda que han proliferado en años recientes, con discursos de felizología y de un voluntarismo positivista que cree que basta desearlo para “triunfar” y muchas veces se asocia el triunfo en la vida a atesorar patrimonio y capital.
El decálogo fifí es un mensaje falso y despreciable porque asume una postura de superioridad por sobre los otros que no se consideran fifís y más allá de los chairos se puede asumir que es un discurso clasista y racista.
Es clasista porque claramente el decálogo fifí se emparenta con el discurso de la aporofobia, es decir de desprecio y rechazo a los pobres, que los condena a esa situación social por voluntad propia: “eres pobre porque quieres”.
Y es racista también porque el decálogo fifí, con su voluntarismo positivista en realidad está cuestionando a los más pobres de este país, entre ellos a los indígenas, a supuestamente estar en esa condición social porque no trabajan lo suficiente, no se esfuerzan o a lo mejor no se levantan lo suficientemente temprano como para conseguir las metas que se propongan en la vida.
Un ejemplo muy concreto de este desprecio ocurrió en el seno mismo de la marcha de los opositores al gobierno de la Cuarta Transformación, pues algunos de los que se asumen fifís convocaron a sus trabajadores domésticos a que cargaran las mantas más pesadas en los que enviaban su mensaje político en contra de López Obrador.
Más allá de lo anecdótico, el mensaje implícito en el decálogo fifí es un discurso falso y despreciable, pues no es cierto que los que “triunfan” en las actuales condiciones sociales de México lo hagan por que trabajan más o son exigentes. En realidad se puede afirmar, sin falsear la realidad, que son los más pobres quienes más trabajan y más madrugan.
Hay un sector acomodado que está ahí por sus privilegios, herencias o condiciones sociales y políticas que permiten la desigualdad y la concentración de la riqueza en el seno del capitalismo mexicano.
Más que justificar y presumir su supuesto éxito, lo que hace el discurso fifí es esconder los privilegios que la sociedad mexicana concede a una minoría. Hay pobres y ricos porque algunos explotan y concentran la riqueza, no porque te levantas más temprano.