"De importador a exportador neto de alimentos, nuevos riesgos"
En el periodo 1994-2014, es decir, en la mayor parte del periodo de vigencia del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) la balanza comercial agropecuaria y agroalimentaria del país registró saldos negativos. En ese lapso, el año de 1995 fue de excepción, a causa del estallido de la crisis de la deuda externa a finales de 1994.
En presencia de una fuerte devaluación del peso frente al dólar, en 1995 se buscó generar un saldo favorable para disponer de divisas para hacer frente a pagos internacionales. No obstante, el efecto positivo de la devaluación sobre la balanza de los sectores agropecuario y agroalimentario se diluyó rápidamente. Para el siguiente año, se regresó a saldos negativos.
La situación ha cambiado notablemente a partir de 2015, ya que desde ese año la suma de ambas balanzas, la agropecuaria y la agroalimentaria, ha registrado saldos positivos persistentes. En el primer semestre de 2020, se observa un saldo bastante favorable para el país, por lo que se espera que este año se cierre con un saldo positivo y alto. La pandemia no ha interrumpido la dinámica favorable en productos de la agricultura.
El cambio ocurrido en los últimos 6 años es importante, pues México pasa del estatus comercial de país importador neto al de exportador neto de alimentos. Como el cambio puede ser calificado de persistente, este hecho implica que México tendrá que reflexionar y matizar el discurso actual de política pública centrado en la búsqueda de la “autosuficiencia alimentaria”.
En general, la autosuficiencia ya la tiene. Debe ser más específico en cuanto al grado de autosuficiencia que requiere en productos considerados importantes, ya que la autosuficiencia absoluta no es posible, y tampoco deseable desde el punto de vista económico.
También implica que los socios comerciales pondrán mayor atención en las medidas de política aplicadas en México, particularmente en lo que se refiere a subsidios; y que el trato que recibirá en las rondas comerciales como país de menor desarrollo será objeto de cuestionamiento.
La mayor parte del comercio agropecuario y agroalimentario se realiza con Estados Unidos, de manera que la demanda de este país es clave para entender la dinámica de las exportaciones de México. El aumento en la demanda estadounidense no sólo se debe al incremento de su ingreso per cápita, que induce mayor consumo, sino al desplazamiento de las preferencias hacia productos donde México ha tenido mayor oportunidad. Los cambios en la demanda de bienes de consumo son relevantes para explicar los cambios en la producción.
De acuerdo con un reciente análisis de Bart Kenner, publicado en Amber Waves (ERS, USDA). Los consumidores estadounidenses están aumentando su preferencia hacia productos frescos, respecto a productos procesados, a fin de realizar dietas más saludables. Además, la demanda se ha visto influida por la creciente diversidad étnica, lo cual ha llevado a un mayor aprecio por las frutas tropicales, como la piña, los mangos y la papaya. La inmigración está alterando el patrón de consumo de Estados Unidos.
En el año fiscal 2019, según la clasificación que se hace en Estados Unidos respecto a las importaciones agropecuarias y agroalimentarias, las frutas frescas representaron el 21 por ciento del total, las hortalizas frescas el 13 por ciento, el vino 10 por ciento, fruta procesada 9 por ciento, cerveza 8 por ciento, vegetales procesados 8 por ciento, aceites esenciales 6 por ciento, nueces 5 por ciento, frutas y plantas de ornato 3 por ciento, y otros productos 16 por ciento. Claramente los productos clasificados como frutas frescas han mostrado mayor dinamismo sobre cualquier otra categoría, incluso sobre hortalizas frescas, en los cuales Sinaloa se ha especializado.
Del total de frutas frescas importadas, las cinco más importantes, que en conjunto constituyen el 75 por ciento, son “berries” o bayas, aguacate, plátanos, uvas y piña. Las importaciones de más rápido crecimiento han sido las “berries” y el aguacate. En dólares constantes, las primeras pasaron de 0.5 mil millones de dólares en 2009 a 3.3 mil millones de dólares en 2019, mientras que las segundas de 0.6 a 2.7, en esos años de referencia. En general, con relación a frutas frescas, las importaciones provenientes de México fueron las que más crecieron en ese periodo.
El comportamiento del comercio agropecuario y agroalimentario del país no sólo se explica por cambios en la demanda o un tipo de cambio más favorable a los productores, así como por la existencia de acuerdos comerciales, sino adicionalmente por cambios que han ocurrido en México. Por otra parte, como costo social, el aumento de las exportaciones está ejerciendo ya una fuerte presión sobre los recursos, especialmente sobre el agua.
México se ha especializado en el mercado de Estados Unidos, siendo por esa causa muy sensible a sus decisiones de política comercial. La contraparte de la mayor presencia mexicana en los mercados de productos de la agricultura en Estados Unidos es la emergencia de mayores presiones proteccionistas, y de esfuerzos para regular y acotar la producción de México conforme al interés estadounidense.