Un anuncio en la televisión y los periódicos, muestra a una señora que llega en su auto a la gasolinera para comprar combustible, y cuando va a pagar, el empleado le dice que tiene que dar más dinero porque ya subió el precio. La mujer pone una cara de esto ya no es posible, pero de todos modos tiene que sacar el dinero.
La siguiente ocasión que va, sucede lo mismo: ya subió el precio, le dice el despachador. Y así pasa una y otra vez hasta que un día le dice que ya no tiene que sacar más dinero, que ya no subió el precio y que eso se lo debemos agradecer a la reforma energética. El empleado le explica a la cliente, transido de emoción, que ya se acabaron los gasolinazos y la señora se pone feliz, cómo no. El Gobierno de la República trabaja para ti.
La misma felicidad nos la venden con otras reformas y con varias de sus acciones: gran festejo para anunciar que bajó 3 centavos el precio de la luz o del teléfono, 3 puntos porcentuales el empleo informal y 5 por ciento el desempleo y, por supuesto, lo que más nos dicen, lo mucho que disminuye el delito, que según el encabezado de un diario de circulación nacional, en marzo fue nada menos que del 12 por ciento.
Qué suerte tener este gobierno, estos funcionarios trabajadores y capaces. No importa que a veces las cifras nomás no cuadren. Todavía me acuerdo cuando el Presidente Peña Nieto aseguró en un viaje a Europa, que el delito había disminuido 25 por ciento durante el primer cuatrimestre de 2014, e incluso habló de que en alguna de las ciudades más violentas la reducción fue ¡de 100 por ciento!
En aquel entonces unos investigadores se tomaron la molestia de hacer las siguientes cuentas: "Señalar una reducción en la violencia en México por la caída solamente de los homicidios es una verdad a medias. Mientras que los homicidios se redujeron, otros delitos de alto impacto se incrementaron dramáticamente: las extorsiones y el secuestro tuvieron un alza considerable. Y respecto al dato reportado sobre la reducción en 100 por ciento de la violencia, la equivocación versa en un error de concepción matemática. Una reducción de 100 por ciento significa la eliminación total del problema... (y hasta) nos dejaría con números negativos".
Pero bueno, ese detalle matemático les tiene sin cuidado. Lo importante es que, de acuerdo a los discursos oficiales y a la publicidad pagada, estos logros se deben a las reformas, a las acciones del gobierno y a la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Esto es lo que permite esas disminuciones en las cifras y también los aumentos, por ejemplo: en inversiones, turismo, ahorro financiero interno (que según dicen, creció casi 4 puntos).
Y sin embargo, ni todos los aumentos ni todas las disminuciones son siempre anunciadas con bombos y platillos. Nadie ha anunciado que bajó drásticamente el precio del petróleo y nadie ha festejado que subió bastante el precio del dólar. Tampoco han discurseado sobre el truene de tantas tienditas de la esquina ni sobre el enredo provocado por su reforma fiscal, del que se han quejado desde Harp Helú hasta un pobre vendedor de chiles y polvo para atole.
Y es que, como atinadamente dijo en una conferencia Ricardo Salinas Pliego: hagan todas estas complicaciones para los grandes empresarios que tenemos fiscalistas, contadores, abogados y secretarias, pero no para los pequeños que no pueden con tantos requisitos y trámites. Y le propuso a la Secretaría de Hacienda algo muy sensato: cobren un 5 por ciento parejo a quienes facturan hasta 5 millones de pesos y verán que hasta van a recaudar más impuestos.
Pero no. Cuando se trata de estas cosas, muditos se quedan, no hay discursos, no hay publicidad, no hay aplausos, ni siquiera hay explicaciones, que mucho bien nos harían a los ciudadanos, a quienes por avatares de la economía, nos afectan más los 2 pesos que suba el dólar que los 2 pesos que baje el recibo de teléfono.
Escritora e investigadora en la UNAM
sarasef@prodigy.net.mx
www.sarasefchovich.com