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Una de las maneras eficaces para controlar y soportar el dolor es no concentrarse en él, no magnificarlo ni permitir que se apodere de nuestra mente y voluntad.
Algunas personas recomiendan la respiración profunda como manera de concentrarse, relajar la tensión y ahuyentar cualquier pensamiento o tendencia negativa.
Asimismo, otros utilizan la terapia de fijar su mente en pensamientos agradables o positivos que puedan proporcionar, si no un oasis, sí un momento de paz y tranquilidad.
Sin embargo, el tema que abordaremos no es cómo dar la espalda a nuestro dolor, sino reflexionar en cómo rehuimos ayudar a los demás a soportar o mitigar su dolor.
En los números 63-68 de la Encíclica Fratelli tutti, el Papa Francisco resaltó la figura del hombre asaltado y abandonado en la parábola del Buen Samaritano, y cómo varias personas dieron la espalda a su dolor.
“Pasaron varios a su lado pero huyeron, no se detuvieron. Eran personas con funciones importantes en la sociedad, que no tenían en el corazón el amor por el bien común. No fueron capaces de perder unos minutos para atender al herido o al menos para buscar ayuda”, explicó.
Sabemos que solamente una persona fue capaz de atender al herido. La mayoría, recalcó el Papa, “nos acostumbramos a mirar para el costado, a pasar de lado, a ignorar las situaciones hasta que estas nos golpean directamente”.
Añadió: “Asaltan a una persona en la calle, y muchos escapan como si no hubieran visto nada. Frecuentemente hay personas que atropellan a alguien con su automóvil y huyen. Sólo les importa evitar problemas, no les interesa si un ser humano se muere por su culpa… Estos son síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor”.
¿Ignoro el dolor de los demás?