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@rodolfodiazf
Sinaloa es el granero de México. Sin embargo, este privilegio no se logró de la noche a la mañana, fue fruto de incontables trabajos que incorporaron tierras de temporal al cultivo regular mediante la construcción de presas y canales. El caudal de los once ríos no se aprovechaba por falta de infraestructura que retuviera el agua, la cual escurría inerme hacia el mar.
Aunado a lo anterior, se incorporaron nuevos métodos y adelantos tecnológicos que permitieron optimizar resultados, como el riego por goteo, aspersión, invernaderos y fertirrigación. Así, el cultivo de la tierra se convirtió en una verdadera agricultura.
Algo semejante debe suceder si queremos cambiar el tejido social. La transformación de la sociedad no se va a operar con un maquillaje externo que disimule las imperfecciones. La real transformación se implementa con el auténtico cultivo del corazón.
El alma de la sociedad es impactada cuando se trabaja sobre su corazón; de otra forma, los cambios serán superficiales y epidérmicos. La siembra de valores y virtudes es un proceso lento, pero a todas luces indispensable.
Sinaloa es tierra pródiga que produce seres humanos generosos, decididos, excepcionales y líderes en todos los ámbitos. Basta recordar algunas de sus luminarias (no lista exhaustiva) en diversas disciplinas: Agustina Ramírez, Rafael Buelna y Ángel Flores como revolucionarios; Genaro Estrada, Raúl Cervantes y Diego Valadez en diplomacia y jurisprudencia; Juan Manuel Ley, Jesús Vizcarra, Enrique y Agustín Coppel en el ramo empresarial.
En el terreno artístico: Pedro Infante, Lola Beltrán, José Ángel Espinoza “Ferrusquilla”, Enrique Patrón de Rueda; en el campo médico y educativo, Jesús Kumate Rodríguez y Juan de Dios Bátiz; literario: Gilberto Owen, Jaime Labastida, Alejandro Avilés, Élmer Mendoza; deportivo: María del Rosario Espinoza, Jared Borgetti, Julio César Chávez, Itzel Manjarrez, Briseida Acosta.
¿Impulso el cultivo del corazón?
