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Todo en la vida necesita cuidado, reparación y restauración. Nada es para siempre y todos los seres resienten el paso del tiempo, desgaste natural o maltrato y descuido a que han sido sometidos.
Alguien podría objetar que, entonces, no tiene sentido hacer juramento de amor y fidelidad en el matrimonio. Otro podría argumentar que hay amistades que son sinceras y duraderas, por lo que sí hay relaciones que son para siempre.
Tienen razón, pero habría que subrayar que para que esas relaciones duren para siempre es necesario cultivarlas, abonarlas, renovarlas, repararlas y restaurarlas. Es normal que con el tiempo surjan algunas imperfecciones, las cuales se deben corregir a tiempo para que no se dañe definitivamente la relación.
Sucede lo mismo con las relaciones que mantenemos con la naturaleza. No podemos ignorar el deterioro y explotación a que la hemos sometido, pues nos convertimos en feroz depredador y elemento agresivamente tóxico para su equilibrio y deseable sustentabilidad.
Ayer, en su Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, el Papa Francisco recalcó que esta pandemia es el momento de reparar y restaurar las relaciones con toda la creación: “Es el momento de la justicia restaurativa. En este sentido, renuevo mi llamamiento para cancelar la deuda de los países más frágiles ante los graves impactos de la crisis sanitaria, social y económica que afrontan tras el Covid-19”.
Agregó: “Restaurar el equilibrio climático es sumamente importante, puesto que estamos en medio de una emergencia… Restaurar la biodiversidad es igualmente crucial en el contexto de una desaparición de especies y una degradación de los ecosistemas sin precedentes”.
Asimismo, invitó a respetar a los pueblos indígenas para que no sean sometidos a un nuevo tipo de “colonialismo”.
¿Cuido, reparo y restauro toda la creación?