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"Opinión"

"Cuarentena: semana 1"

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    La escuela de mis hijos avisó el domingo pasado (de puente) que esta semana ya no habría clases presenciales. Me pareció una medida sensata en contraste con otras gubernamentales que optaron por extender el periodo vacacional pero sólo hasta que terminara ésta que, por fin, acabó. Lo de las clases presenciales ha sido, cuando menos, emocionante. Mis hijos van en primaria y les han mandado una importante cantidad de actividades para hacer en línea. Me quejo y, al mismo tiempo, dejo de hacerlo. A fin de cuentas, es importante entender que la cuarentena no significa una ampliación del periodo vacacional.

    Doy clases en la Ibero. El lunes nos avisaron de la suspensión de clases presenciales. Esta semana la hemos ocupado en diseñar estrategias de enseñanza a través de las plataformas con las que contamos. La intención es clara: no se desea que se pierda el semestre y, de nuevo, tenemos la conciencia clara de que la cuarentena no implica vacaciones. Así que somos muchos los catedráticos que estamos dando un salto hacia modelos que no conocemos bien.
    Mi esposa trabaja en una gran empresa que le avisó, primero, que no fuera el martes pasado, luego el miércoles y el jueves. El viernes, cuando escribo esto, es el último día que irán los pocos que seguían acudiendo a las instalaciones. El resto trabaja a la distancia. Mucho. Ella no para de revisar su computadora, de mandar mensajes, de atender llamadas telefónicas. Todo el tiempo está en contacto con los miembros de su equipo para seguir sacando adelante el trabajo cotidiano.
    Abi nos ayuda algunos días en la casa. Desde el fin de semana le avisamos que no viniera, que le pagaríamos de cualquier modo. También que se cuide, porque tiene un hijo pequeño y vive con su madre que es mayor y está enferma. Ojalá nos haga caso.
    Esta semana ha sido, pues, de adaptaciones. Del espacio, pues ahora trabajamos varios donde antes sólo trabajaba uno. De la organización, pues el tiempo debe dividirse entre diversas actividades. De recursos, pues no hay computadoras para todos y algunas son del trabajo. De paciencia, pues hemos reducido el contacto social y, a la larga, estar encerrados entre nosotros, genera más conflictos que antes.
    Sabemos, pese a estas quejas, que somos privilegiados. La mayor parte de nuestras actividades (sobre todo en los terrenos de lo económico), podemos llevarlas a cabo en confinamiento sin que nos represente un menoscabo grave a nuestros ingresos que, como muchos, necesitamos para vivir. No todos pueden, sin embargo, y eso es grave. Sobre todo, para quienes están en la necesidad de trabajar presencialmente sin posibilidades de renunciar a sus ingresos.
    Las dudas las siembra el exceso de información, el alarmismo, la falta de claridad gubernamental. Porque, privilegiados o no, todos somos susceptibles de contagio, todos necesitamos salir a comprar comida, todos requerimos dinero, muchos precisaremos medicinas para enfermedades comunes, otros más nos trasladaremos... y no tenemos protocolos claros para llevar a cabo todas estas tareas.
    A eso se suman los mensajes, los chats, la indignación de unos, la maledicencia de otros. Hay mensajes y videos sacados de contexto, es cierto, declaraciones poco afortunadas de funcionarios públicos, también. Sin embargo, no es imputable a los espectadores comunes el mal uso de esta información. Sabemos bien que para comunicar algo el contenido es importante... tanto como las formas. La percepción del comportamiento gubernamental no es positiva y apenas vamos en una tropezada semana 1. Todo parece indicar que las cosas serán más graves pronto y para enfrentarlas se necesita un Estado fuerte, que ofrezca tantas certidumbres como garantías. De lo contrario, será el colapso el que estreche el cerco social y no sólo la cuarentena.
    Mientras tanto, intentemos ser sensatos. Es lo poco que nos queda dentro de nuestras capacidades y nuestra libertad ante la incertidumbre.
    Sinembargo.MX