Cuauhtémoc Celaya Corella
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Cuando quien protesta respetar la Constitución, las leyes que de ella emanan, las leyes específicas, los reglamentos y demás ordenamientos que rigen la vida de una organización, de una institución, de un estado o país, estando ya en el poder las violentan, merece todo el repudio de la comunidad y de los colectivos sociales. Cuando se pierde ese respeto, no se puede pedir unidad, entrega al trabajo, responsabilidad en la tarea, integrarse a colectivos de lucha, defender postulados violentados. La confianza, primer requisito para generar voluntad de lucha y de triunfo, se ha perdido.
Y esto llega a suceder en las organizaciones mexicanas de todo tipo, entidades de gobierno, universidades públicas, instituciones descentralizadas, embajadas, franquicias, y cuanto organismo esté al servicio de la sociedad en donde desarrolla sus actividades.
Y en este sexenio, como en los otros, eso ha sucedido. El público con ahínco, aplaude al verdugo que le coloca la soga en el cuello. La justifica de diferentes maneras, filosóficas, religiosas, académicas, políticas, demagógicas, filantrópicas y las otras. Y no importa la importancia del cargo, baste tener el poder, para buscar por todos lados mantenerse, renovar períodos, reelegirse, buscar estar dentro del poder, para poder hacer todo lo que no le está permitido por la ética y la moral, y lo hace, por la congruencia política, y lo hace, por el sentido común, y lo hace.
En las páginas de la historia, un Presidente mexicano, Ignacio Comonfort, acuñó una frase que debería ser la divisa de todo aquel que gobierne una entidad u organización: “Pobre entré a la presidencia, y pobre salgo de ella”. Lástima que la avaricia y la ambición, pueda más que los valores de la honradez, el respeto y la congruencia. Así ha sucedido y sucede, por eso no se le cree a quien dice cuando llega al poder, yo soy diferente, no somos como los otros.
El nombramiento de la presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, auspiciar en Baja California la felonía de aquel Congreso para que el Gobernador extienda su plazo, menospreciar la educación y la salud entre otras cosas, es no respetar lo que juró hacer, quien dijo: ¡Sí Protesto!
Reelegirse en las instituciones públicas de educación a través de procesos amañados, violentando disposiciones legales y no escuchando al colectivo social que gobiernan, es también una falta de respeto a sí mismo, y a la sociedad entera. Es pisotear voluntades y confabularse con actitudes de cómplices para salir a decir, todo estuvo bien, aunque a partir de ahí, pese levantar la cabeza para ver a los ojos al mundo. El poder enferma y distorsiona.
Reelegirse en los sindicatos y ostentarse como presidente vitalicio, es violentar los reglamentos que gobiernan la base social de la organización. Bien dijo alguien que, une más la complicidad que la amistad. Esto sucede en nuestras organizaciones públicas, Inge.
Habrá entonces que preguntarse, ¿qué es lo que hace que se quiera continuar ejerciendo el poder, yendo contra lo que marca el articulado de la ley que sustenta la vida social de la organización, sobre todo cuando los resultados que se logran son magros, no se avanza y sólo se está porque se forma parte de un grupo que busca asaltar el poder, y continuar deteniendo el flujo del agua que vivifica la organización, hasta pudrirla y con sus actos hacer que emerjan olores fétidos?
¿Por qué quienes tienen en sus manos una elección, se dejan por conveniencia manipular y anteponen sus intereses, y no, los de la organización a la cual dicen servir? ¿No es eso traicionarla y caer en una forma de corrupción, más lesiva que el burdo hurto de recursos?
Entonces, ¿cómo generar organizaciones al servicio de sus propios integrantes, y con ello al servicio de la sociedad y luchar con denuedo por un horizonte más próspero al cual todos tienen derecho? ¿Cómo unirse, si los grupos cerrados ostentan el poder, y evitan cualquier reclamo justo hasta hacerlo callar, utilizando el miedo, la coerción, y la amenaza de ser necesario?
Y dicen ser diferentes, y buscan no ser comparados, cuando no se dan cuenta que están dentro del mismo sistema imperfecto de gobierno y mando, que por salud social se exige que se cumpla el periodo para el que fueron electos, o nombrados, y den un paso al costado cuando el tiempo se haya cumplido, y no justifiquen con nada su querencia por el poder temporal que ostentan.
Sólo habrá progreso y desarrollo, cuando se respeten las leyes, cuando se cumplan los plazos, y cuando las personas que ostentan el poder, regresen al incómodo lugar de la lucha ciudadana, lejos de las prebendas, las demagogias y las mentiras piadosas.
De nuevo la Navidad, de nuevo un abrazo fraterno, de nuevo una cena familiar, de nuevo una nueva esperanza. Felicitaciones lectores de Noroeste.