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El mundo atraviesa por una crisis histórica con muchas aristas, el mundo ha dejado de ser bipolar, pero enfrenta otros retos relevantes, algunos de peligrosas consecuencias pueden convertirse en conflictos bélicos. Cuenta mucho cómo lo aborden los gobiernos de sus respectivos países y es deseable que la salida política y negociada sea siempre la norma en las relaciones internacionales.
Nos referimos en primer lugar a lo que tiene que ver con la crisis que enfrentan los Estados Unidos y la Republica de Venezuela. Este país, con una de las reservas petroleras más grandes del mundo, cuenta también con enormes recursos naturales. Venezuela tiene los yacimientos en oro y plata más ricos del mundo.
Esto, sin duda, provoca el interés de Estados Unidos por apropiarse de la renta de esas riquezas, en un hemisferio que considera como su patio trasero. Pero el gobierno de Venezuela ha combatido ese hegemonismo norteamericano y, no olvidemos, ha suscrito tratados comerciales con los otros poderes de la actual hegemonía tripolar del mundo: la República Rusa y la República popular China, dos super potencias mundiales, que han brindado su respaldo a Venezuela. China y Rusia no permanecerán al margen en caso de una crisis militar entre Venezuela y Estados Unidos, que pondría en peligro la paz del mundo.
Confiamos en los buenos oficios de las organizaciones creadas para mediar en las controversias entre Naciones y que se disipen por completo los peligros de un conflicto bélico, esos son los más profundos deseos de los pueblos del mundo. Debe prevalecer la ecuanimidad para que la paz se consolide entre las Naciones de nuestro continente, buscando siempre el bienestar de los pueblos. La paz sí, jamás la guerra, esa es la premisa.
Un movimiento social que lleva meses de lucha es la de los jóvenes y el pueblo de Chile. El conflicto lleva varios meses, sin que medie una salida política, que no puede ser la salvaje represión con la cual ha respondido el gobierno conservador de Sebastián Piñeira. Lamentablemente Piñeira solo sabe responder a las justas demandas del pueblo chileno por medio de hordas policiacas y su salvaje represión. El pueblo chileno actualmente resiste con heroísmo esta represión desenfrenada de un gobierno torpe, dictatorial, que no manifiesta la menor idea de procurar una solución política al conflicto.
Después de largas luchas libradas en América, algunas políticas y otras guerrilleras, en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, había prevalecido una relativa calma en el Continente. Ahora, en este Siglo 21, con el derrumbe del neoliberalismo, nuevamente vemos un despertar de los pueblos por la libertad y la democracia.
Otra faceta de la crisis del neoliberalismo es el problema migratorio, expresión viva de ese profundo abismo que se abrió entre economías del sur y del norte. Ahora los pueblos no soportan la terrible situación a que han sido sometidos por los gobiernos conservadores, que durante décadas han protegido más los intereses del exterior que los nacionales. Esa es la razón que subyace en el fondo de los conflictos sociales en nuestro continente, porque los pueblos tienen su propia agenda, mediante la cual busca salidas idóneas a las problemáticas sociales y políticas. Cambios de timón en los gobiernos y mejoras en la atención de los pueblos, pueden ser atenuantes a la actual irritación social.
En México también hay problemas sociales, como el que representan los pueblos desplazados de muchas regiones del territorio nacional, por la inseguridad. A esos núcleos sociales, de la noche a la mañana, les cambió la vida. Por lo que sabemos, apenas se inicia un proceso de atender ese grave problema social, que tiene más de dos décadas, y que ahora se ha extendido por toda la geografía nacional, pero que aquí en Sinaloa se dejó crecer irresponsablemente por parte de gobiernos omisos. En Sinaloa los desplazados representan un grave problema social y su atención se vuelve impostergable.
En días reciente nos enteremos, por medio de la prensa, que pueblos aledaños a Culiacán han sido abandonados por sus habitantes, debido a la inseguridad y a la precariedad económica. Eso es gravísimo, los desplazados andan tocando las puertas de las casas Culiacán, pidiendo refugio. Esa diáspora debe ser atendida, no sólo en su arista socioeconómica, sino como un asunto de derechos humanos.