"Covid-19: ¿luz en el túnel o rendición? Sinaloa en rojo… y más solo que antes"
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Calculado o no, firme o al tanteo, el paso está por darse. Llámese mitigación, reactivación económica, reanudación de la esperanza o nueva normalidad, lo único que nos queda es rezar para que los gobiernos federal y estatal tengan clara noción de qué ocasionarán y adónde nos llevarán las medidas que le apuestan a que el Sars Cov-2 se aleje paulatinamente y las actividades esenciales se restablezcan sin el riesgo de retornar a las fases críticas de la pandemia de coronavirus.
Ya ni entendemos por qué transitamos hoy del aflictivo confinamiento al desbordado optimismo, pues la pérdida de la interacción con las personas, las autoridades, la realidad y los expertos ha invertido la quimera de la aldea global y remarcado la visión de la cueva individual y familiar a donde las sombras espectrales nos llevan noticias de las amenazas que acechan afuera. Alguna vez fuimos arquitectos de nuestros propios sueños y el presente nos reduce a plastilina que modela febriles espantajos ajenos.
Ahora, ¿por qué en este momento en que los datos de contagios y muertos continúan altos, nos dicen que el monstruo que vino de Wuhan está en retirada y todo pasará a ser un sistema de semáforos cuya luz nos pondrá al borde de nuevos abismos de incertidumbre, con el rojo que persistirá en Sinaloa para indicar que todos permaneceremos encerrados, excepto mineros, constructores y fabricantes de automóviles.
En la práctica, con la cancelación de actividades educativas en el aula y el cierre del ciclo escolar desde casa, Sinaloa anticipó que el confinamiento se prolonga. Parece ser una buena medida porque Culiacán sigue presentando decesos y contagios nuevos, mientras Mazatlán y Ahome registran tendencias que preocupan.
La medida que tiene que ver con que continué la enseñanza en línea es incuestionable. Dígase lo que se diga y con todo y señales opuestas entre lo local y lo federal, el regreso a las escuelas implica el riesgo de que niños, maestros y padres de familia retornen a los días de mayor propagación del nuevo coronavirus. En medio del disparate nacional, la decisión es correcta y si alguien lo sabe mejor que otros es el Secretario de Educación y Cultura, Juan Alfonso Mejía López, que hoy está del lado de los que conocen la enfermedad en carne propia.
Por si fuese necesaria una píldora de aliento, el sistema educativo sabe que aquello que no mata, fortalece. En honor a la verdad, el modelo de educación en línea no resistió esta primera prueba y sin embargo habrá de diseñarse tal como se requerirá en el futuro, con o sin emergencias de salud. El Secretario Mejía lo señala desde su experiencia íntima: “Saldremos fortalecidos de ésta; no lo dudo. Estoy bien, tengo el ánimo renovado y la fe bien firme para seguir adelante. Ahora nos toca hacer que esta experiencia cobre sentido a favor de los niños, y creo que lo estamos construyendo poco a poco”.
La otra moraleja ganada es que Sinaloa empezó solo y deberá seguir solo en su guerra particular contra el Covid-19. Una vez que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador decrete el final del coronavirus se remarcará el abandono y, lo anticipó ayer el Subsecretario federal de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, “terminarán las medidas nacionales para combatir el coronavirus y será tarea de cada uno de los estados reportar el avance con relación a la mitigación de la pandemia”.
Hoy recibimos, sobre todo los sinaloenses que continuamos sin detectar las salidas de emergencia, el juego de semaforitos que acabará igual que el Modelo Centinela: rebasado por la autenticidad e inservible para construir la realidad alterna, la que quiere producirnos la sonrisa de oreja a oreja al tiempo que vemos morir o infectarse a más personas. Se conocerá dicha historia cuando la verdad científica se pose por encima de la mentira política.
Esta vez el Gobierno hace suyo el speech de la recuperación y sin dejar de creer en él no repitamos el error de la confianza en exceso. Si las tardes nos reiteran las malas nuevas de infectados y caídos por Sars Cov-2, lo mínimo a que tenemos derecho es a interrogar por qué las cuentas alegres del sector oficial difieren de los informes que supuran pérdidas, desconcierto y temor. Si algo sobrevive de las desgracias debería de ser la valentía para buscar las respuestas.
Aún es temprano, y da flojera, para desentrañar qué hay el fondo de la súbita desesperación del Estado mexicano por declarar el fin de la emergencia por coronavirus. Sin embargo, estamos muy a tiempo y con toda la mirada aguzada para exigir, con la voz completa y la ley a favor, que luego no nos vayan a salir con que se equivocaron. No si el País retrocede a los episodios más alarmantes de la pandemia.
Reverso
Desespera este pueblo mío,
En su ferviente ilusión,
Por el final del tiempo sombrío,
De la malaria en cuestión.
A tapar el hoyo
Después de que fue destapada la cloaca del negocio que León Manuel Bartlett hizo en el estado de Hidalgo con el Instituto Mexicano del Seguro Social, al venderle con sobreprecio 20 ventiladores mecánicos para atender a enfermos de coronavirus, ahora el IMSS, pillado con los dedos en la puerta de la corrupción, realiza un procedimiento para deshacer la operación de compraventa que sin pena ni austeridad concretó con el hijo de Manuel Bartlett Díaz, director general de la Comisión Federal de la Electricidad y el político de fea estampa que López Obrador rescató de las alcantarillas priistas para subirlo al tren de la Cuarta Transformación. Los mexicanos merecemos de su parte, señor Presidente, al menos un rasgo de sonrojo por el albañal que lo salpica.