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@rodolfodiazf
La contingencia sanitaria nos ha obligado al confinamiento, aunque poco a poco se requiere volver a la “nueva normalidad” guardando una responsable movilidad. Se nos ha restringido el contacto físico y recomendado la sana distancia. Los saludos, abrazos, besos y cualquier otra demostración de afecto, amistad o cariño se han visto alterados. El contacto “tacaño” (con codos), los gestos y señas de familiaridad, y el saludo sacral y reverencial son las nuevas normas de respeto y familiaridad.
Hoy, reiteramos una vez más, nos vemos obligados a la abstención de las manifestaciones tradicionales de interactuar; sin embargo, conviene reflexionar en cuántas ocasiones nos habíamos privado voluntariamente de hacerlo. Es decir, ¿cuántas veces habremos simulado no ver a una persona para evitar saludarla?; ¿cuántas veces habremos omitido dar los buenos días con amabilidad y satisfacción?; ¿cuántas veces -por distracción, molestia, enfado, enojo o rencor- habremos descuidado besar a nuestros padres, hijos, cónyuge o cualquier otro familiar?
Ante las restricciones actuales de contacto no podemos menos de recordar la escena evangélica que nos transmite el evangelista Juan (20,17), en la que Jesús resucitado le dice a María Magdalena: “Noli me tangere” (no me toques, o no me detengas). Claro está que la motivación es diferente, porque Jesús le dice que aún no ha concluido su obra y debe retornar al Padre.
De hecho, Jesús se goza en el contacto físico: “Dejen que los niños se acerquen a mí (Mc 10,14); permite que una pecadora bese y unja sus pies (Lc 7,46); le dice a Zaqueo que se quiere hospedar en su casa (Lc 19,5); sana a una mujer que tocó su manto (Mc 5,34) y resucita a la hija de Jairo tomándola de la mano (Mc 5,41), porque lo único que desea es contagiar vida.
¿Contagio vida con responsabilidad?