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La ausencia de mujeres promovida por el paro “Un día son nosotras”, llevado a cabo el día de ayer 9 de marzo se sintió en toda la ciudad de Culiacán y muy seguramente en el resto del país. En las calles, oficinas de gobierno, comercios y recintos educativos cerrados se notó su ausencia, la ciudad se sintió solitaria, parecía ser un domingo o un día de asueto más, pero con una muy particular diferencia por su aparente tranquilidad, presagio de una escabrosa realidad y el disimulo de una responsabilidad social que no terminamos de reconocer como propia, de todos.
Abordar el tema del movimiento feminista en México como el de otros países, resulta sumamente complejo y aún más complicado cuando se es hombre, aún con la mejor intención de comprender, de empatizar y entender el agravio y el dolor de mujeres violentadas; esta comprensión estará intrínsecamente condicionada por mi circunstancia como hombre, si bien jamás podré sentir auténticamente lo que siente y como percibe una mujer la realidad por la que hoy se expresa y ha decidido tomar las calles, esta realidad es también nuestra, de quienes nos duele y preocupa la violencia que sufren las mujeres, pero también los jóvenes, niños de nuestro país y estado.
Considero una obligación moral asumir un compromiso que vaya más allá del “me intereso” al de “me implico” como humano, hombre y ciudadano, lo cual no hace las cosas más sencillas, sino todo lo contrario.
Como sucede con todo fenómeno social, tratar de entender lo que subyace en lo profundo del pensamiento denominado “feminista”, rebasa los argumentos que pueda ofrecer el análisis desde un enfoque de violencia de género, ningún tema que involucre lo humano y lo social deben abordarse, para su análisis y reflexión, desde la visión de un sólo enfoque, ello nos llevaría a emitir juicios o resultados limitados y muy seguramente también parciales.
Los fundamentos que sostienen el pensamiento y reclamo feminista, están muy por encima del limitado dato informativo y simbólico que los medios de comunicación y redes sociales dan a conocer del feminismo. La discusión pública y el ámbito abierto de sus diversas proclamas, relativizan los argumentos al grado de polemizar las demandas del feminismo al interior de su propia comunidad.
Sin embargo, soy un convencido de la necesidad de revisar el fenómeno del “feminismo contemporáneo” desde una óptica mucho más compleja, en tanto nos comunica hechos del ser social de la mujer y su circunstancia. Si revisamos la propuesta conceptual de una filosofía de la conciencia, del filósofo y comunicador Jürgen Habermas, tal vez ayude a comprender que la especificidad de este tipo de racionalidad comunicativa nos lleva a diferenciar tres aspectos a considerar: 1) el mundo de los hechos objetivos, 2) el mundo de las normas sociales y 3) el mundo de las vivencias subjetivas; correspondiendo a estos tres elementos igual número de dimensiones: la verdad objetiva, la rectitud normativa y la veracidad subjetiva.
Ahora bien, abordar el análisis de lo que representa, exige, comunica y persigue el feminismo de nuestro tiempo, no significa de ninguna manera reducir la gravedad de la violencia ni mucho menos banalizar la violencia física, el secuestro, la violación, la explotación sexual y el aborto en las mujeres, se trata de ponernos serios y no de acuerdo con las tendencias de los movimientos sociales en el mundo.
Complejizar para entender que lo que enfrenta la mujer es un asunto del ser social y por lo tanto convendría revisarlo desde la comprensión filosófica si nuestro interés es tratar de comprender la realidad de la mujer que vive una circunstancia social adversa en convivencia con el hombre, sería necesario sumar las partes del todo en un mismo origen y propósito de lo humano como especie y no de género según su sexo.
Debo confesar que el tema me resulta sumamente complejo y que me sobran más las dudas y las preguntas que las respuestas. Tratar de entender el fenómeno actual del feminismo, sus luchas y sus demandas, nos remite a cuestionamientos filosóficos para su compresión.
En disciplinas filosóficas como la ética ante la necesidad de definir nuestro deber ser en sociedad; la filosofía política en tanto se discuten temas como el poder y la libertad; la filosofía del derecho que atiende el orden normativo y la conducta humana; la epistemología para entender el origen y los fundamentos de lo que llamamos feminismo; la ontología para dar entendimiento a los asuntos del ser, las cosas y lo humano; la estética que nos relaciona con la experiencia de lo bello y sublime; la filosofía de la ciencia como búsqueda de la verdad y la filosofía de la religión, de aquella manifestación humana consciente y reflexiva sobre el sentido trascendente de la existencia de un dios y del mundo. Cada una de estas disciplinas tendrían que ser tomadas en cuenta para explicarnos qué y por qué está ocurriendo esta realidad de ruptura y descomposición de lo humano en nuestra sociedad, en la que caben todas las atrocidades que se denuncian y se sufren con dolor y odio en el mundo sin distingo y sin consigna.
Ponernos serios, es buscar en serio la comprensión que vaya más allá de las percepciones e interpretaciones; trascender la búsqueda de una justicia que castigue, por una justicia que procure bienestar, pero no “para”, sino “entre” mujeres y hombres que haga posible una transición civilizada a un nuevo orden social.
Es complicado, es cierto, pero no veo otro camino.