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En Mazatlán, al igual que en otras ciudades del mundo, nos encontramos metidos en las fiestas del carnaval, las cuales están tatuadas con alegría y pasión en nuestra historia local, motivo por el cual, la poetisa Elenita Vázquez de Somellera escribió que en Mazatlán el tiempo se mide por carnavales.
¿Se imaginan? Si nosotros decimos que en Mazatlán el tiempo se mide por carnavales ¿Qué dirán los uruguayos con su fiesta de carnaval que dura más de 50 días?
Durante los días carnavaleros nos olvidamos temporalmente de los problemas que aquejan al país, dándole paso a los mitos y mitotes que año con año rodean al gran evento, que bajo la óptica de mi apreciación y experiencia en el tema, la edición 2020 marcará el referente de ser la más costosa de la historia carnavalera.
Esperemos que los resultados estén a la altura de la gravosa erogación, y en mi caso, la expectativa estará centrada en los desfiles, especialmente en el reto que ha tomado el joven diseñador Ocean Rodríguez, quien tendrá a su cargo la elaboración de las carrozas reales, tratando de llenar los zapatos del inolvidable Rigo Lewis, nivel que no pudieron lograr los improvisados que le antecedieron, a los que se les dio la oportunidad, no por talento, sino por amiguismo.
¡Ah! y otra cosa. Esperemos que los mala leche no desaten ningún rumor con lo del Coronavirus, al igual que hace varios años, cuando corrió la versión de que varios locos andarían en Olas Altas picando gente con jeringas infectadas de sida. Los autores pegaron el chicle y la afluencia sabatina al tradicional bailongo fue notoria.
Pero también es pertinente comentar, que a la par de la alegría que trae consigo el carnaval, también camina guapachosamente un altísimo índice de contaminación ambiental y ni que decir de la auditiva, por el ruido de escandalosos grupos musicales y la abundante cohetería con sus contaminantes agregados.
Lo anterior me sirve de marco para comentarles que a través de uno de los envíos recibidos por “guatsap”, me enteré de la existencia de un español de nombre Ignacio Dean, quien logró recorrer el mundo a pie, y el año pasado, concluyó la operación Nemo, nadando entre los cinco continentes; todo ello, con el propósito de crear conciencia acerca de la hasta ahora imparable destrucción de la naturaleza, provocada por el hombre, quien continúa en la ruta del modelo económico que supone la destrucción del planeta, según lo afirma este aventurero que ostenta el grado de embajador de la tierra, otorgado por el gobierno español.
El nacido en Málaga, establece que la fórmula de la salud del planeta es igual a lo que la naturaleza regenera menos de lo que consumimos, y por ahora, el resultado es negativo. Es decir, que cargamos con una deuda ecológica y necesitaríamos 1.78 planetas para que la madre natura soporte todo nuestro cochinero.
No nos damos cuenta, afirma Dean, que los océanos, fuente de vida para el planeta y para todos nosotros, se están acidificando, lo cual está impactando a la fauna y la flora marina.
Los cambios climáticos siempre han existido, afirma el naturalista español. Lo que pasa es que en tiempos anteriores transcurrían siglos entre uno y otro. Ahora se dan con mayor frecuencia y eso explica las lluvias torrenciales combinadas con sequías devastadoras y cambios extremos en las temperaturas.
Según el parecer de Ignacio, economía y ecología tienen la misma raíz etimológica: eco, del griego oikos, que quiere decir, casa, hogar; que es urgente que caminen de la mano, pues mientras esto no suceda continuaremos avanzando hacia nuestra destrucción.
Coincido con Ignacio Dean, quien asevera que la naturaleza no es un marco para tomarse fotografías, como si fuera un “photo opportunity”, tan de moda en los grandes eventos; sino que formamos parte de ella y por lo tanto, estamos obligados a obtener resultados positivos en la fórmula de la salud del planeta. ¡Buenos y carnavalescos días!