"Celebración en Sinaloa. La última columna de este ciclo"
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En Sinaloa, pocas veces recibimos buenas noticias durante los primeros días del año. Por lo regular, la discusión se enfoca en los saldos de la detonación de armas de fuego durante el festejo de Año Nuevo, las referencias a las víctimas de esta barbarie que los inconscientes llaman celebración, y al conteo anual de los homicidios, entre otras notas que agrian nuestra lista de buenos propósitos y deseos de paz.
Pero este 2020 despertamos con una buena nueva: cerramos el año con la menor incidencia de homicidios en más de una década. Las cifras registran que éstos se redujeron en un 58 por ciento, y las autoridades y algunos medios están más que puestos para celebrar.
En el festejo, por poco y no recuerdan que 934 homicidios no representa una cifra de consuelo, sino una realidad terrible, y que este número es casi tan alto como el de personas desaparecidas en este mismo año: más de mil carpetas de investigación. Sinaloa ganó el deshonroso tercer lugar entre los estados con mayor número de fosas clandestinas. Si sumáramos ambas cifras, homicidios y desaparición forzada, tendríamos números similares a los de los peores años de la guerra contra el narcotráfico (o más bien, de la guerra entre facciones).
En la anticipada celebración, casi olvidan también los 35 feminicidios que nos puso entre los primeros lugares en el país respecto a la violencia contra las mujeres. Y no podemos ni debemos olvidar historias como la de Diana Giselle, la joven de 19 años que había denunciado a su ex pareja por abuso y amenazas, pero no obtuvo protección por parte de las fuerzas del orden y fue asesinada aún estando embarazada. Tampoco el reciente caso de Mariana, y muchos otros indignantes.
Ante las buenas nuevas por la reducción de cifras, los sinaloenses, especialmente los culichis, no se ven del todo optimistas. Las imágenes del jueves negro y el trauma colectivo aún hacen mella. Y ante la poca claridad respecto a las estrategias de seguridad y los caminos que se siguieron para esos resultados, los ciudadanos prefieren cuestionarse poco, pasar la página a la noticia, y seguir con su rutina.
Así, celebramos un año más. Celebramos a Sinaloa, y la difícil relación con nuestra tierra, a la que le debemos tanto, pero que cada año nos provoca también dolor.
HASTA LUEGO
Estimado lector: esta es mi primer columna del 2020 y la última de este ciclo escribiendo “Desde la calle”. Después de dos años de hacer uso de este espacio debo tomar un receso indefinido, obligada por razones estrictamente personales.
No puedo despedirme sin agradecerte por seguir mis palabras, reflexionar conmigo, y a veces discutirme a través del correo y las redes sociales. Pero, además, quiero animarte: necesitamos más ciudadanos escribiendo en nuestros medios de comunicación, sobre todo porque los espacios editoriales son ocupados cada vez más por funcionarios y representantes de partidos políticos. Necesitamos más voces independientes que se hagan escuchar en público. Necesitamos tu voz.
Así también, debo agradecer a Noroeste; a Frank Cuamea, a Faustino Ibarra, y sobre todo a Adrián López, quien me ofreció y luego me garantizó un espacio independiente para la libre expresión. Gracias por la invitación y por todo el apoyo.
Hasta luego.