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"Opinión"

"Capital Social en tiempos de Pandemia"

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ENTRE COLUMNAS

    A mi padre, mi mejor amigo

    La Pandemia de la enfermedad Covid-19 ocasionada por el virus SARS-CoV-2 ha sacado muchos de los peores sentimientos y comportamientos de la humanidad principalmente ocasionados por el temor y la ignorancia. Como ya mencionamos en una anterior columna (18/mayo/2020), la agresión redirigida por el confinamiento social se ha visto en la violencia doméstica; hacia mujeres, niños, adultos mayores y a los animales. El temor al contagio y a la incertidumbre económica provoca egoísmo en muchas personas; esa actitud de ocuparse sólo en el beneficio propio y de los suyos.
    Sin embargo la historia nos enseña que en tiempos de crisis es cuando más debemos cooperar unos con otros. Hasta hace 10 mil años, las pequeñas comunidades nómadas conformadas por cazadores y recolectores tenían su división de trabajo y códigos propios de cooperación para sobrevivir, cuando un individuo faltaba a esos códigos, lo excluían socialmente y lo más probable ante un territorio hostil, era su muerte. La cooperación individual y colectiva siempre ha sido pues, una forma de sobrevivencia.
    En tiempos de la actual pandemia no es muy diferente, ahora es cuando más ocupamos de solidaridad y cooperación, es decir, de Capital Social. El capital social es la suma de recursos intangibles que una comunidad pone a disposición de sus miembros a través de mecanismos informales de relación, estos recursos pueden materializarse en forma de favores, cooperación y ayuda. De ahí viene la frase que “más vale amigos que dinero”.
    El capital social es intercambiable y tiene su origen en el principio de reciprocidad, ésta parte de que en todos los seres humanos hay la capacidad de dar algo cambio, ya sea directa, o indirectamente.
    Para el antropólogo social británico John Durston (1999) existen seis formas de capital social; 1. El individual, que se presenta entre dos personas; 2. El de pequeños grupos de amigos o familiares; 3. En la forma comunitaria, un nivel donde las relaciones son colectivas; 4. La de alianza o de puente, donde la disposición del capital social se organiza a través de clubes u organizaciones; 5. En las relaciones patrones-trabajadores; y 6. En la forma societal que se presenta en sociedades enteras a gran escala.
    En pequeña escala el capital social es importante para el cuidado personal de un miembro de la familia o una amistad que se encuentra enfermo y que necesita de asistencia personal. Las familias mexicanas tienen ese rasgo de tener una fuerte cohesión que permite el desarrollo del núcleo familiar. Ya lo ha dicho en numerosas ocasiones el Presidente: “La familia es la institución de seguridad social más importante que existe en México”.
    En la forma societal, a diferencia de otras especies, los seres humanos somos capaces de cooperar a gran escala entre individuos que no compartimos parentesco genético, incluso en circunstancias en las que ganar o mantener cierta reputación ofrecen pequeñas o nulas ventajas para el futuro. En los vecindarios, distritos o municipios debemos dar nuestra mano a quien la necesite, y no discriminar o estigmatizar. Para el historiador israelí Yubal Noah Harari (2011), esta capacidad de cooperar en gran escala ha sido la clave para que el ser humano reine en el planeta sobre todas las demás especies. Y en la actual crisis no puede ser la excepción.
    El capital social en forma de puente es el que se otorga a través clubes u organizaciones de la sociedad civil. En México y el mundo existen agrupaciones civiles que han salido a dar su ayuda en las últimas semanas a personas y familias menos favorecidas, incluso arriesgando su propia salud.
    En Mazatlán, algunas de ellas que han aportado su capital social son: Mazatlán Fraterno A.C., Fundación Uno más Uno, A19 Mex, Comedor San Francisco de Asís para Migrantes, el Consejo Organizaciones de la Sociedad Civil de Sinaloa A.C., Fundación Omega, Origami Vida Interna A.C., Cáritas Mazatlán, Shriners A.C., y seguramente muchas otras organizaciones y personas que por ignorancia omito en este texto, y pido disculpas.
    A todos ellas y ellos, gracias por recordarnos con su ejemplo, que el espíritu humano sigue con vida.
    Es cuánto….