Vladimir Ramírez
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@vraldapa
Como cada proceso de elecciones que se avecina, en esta acostumbrada democracia electoral nuestra, empiezan a moverse en el escenario público y a aparecer con una frecuencia notable todos aquellos que aspiran a un puesto de elección popular. Como es sabido, el próximo año 2021 se realizarán elecciones para renovar congresos, alcaldías y gubernaturas en varias entidades del País, entre ellas Sinaloa.
Como ha sido costumbre también desde hace algunas décadas, las candidaturas electorales han sido motivo de estudios y análisis con respecto a las preferencias de un electorado que se supone cada vez más diverso y exigente, para ello se han tipificado diferentes características a revisar de los aspirantes, mismas que se han convertido en elementos casi obligados según especialistas en los ámbitos electorales, los cuales involucran aspectos de la comunicación y mercadotecnia política, como también sobre la imagen y opinión pública de los aspirantes.
Así fueron apareciendo una serie de características muy específicas sobre el perfil que deberían tener los candidatos, a tal grado que han llegado a ser personajes creados, como es el caso del ex Presidente Enrique Peña Nieto. A partir de este antecedente “exitoso” de candidatura acorde a criterios según información recabada de gustos, edades, profesiones, estrato económico, región, sexo, religión, entre otros aspectos, fue como se orientó la formación de cuadros para seleccionar candidaturas.
A partir de estos elementos y criterios que se volvieron prácticamente indispensables para decidir candidaturas, fue como toda una generación de jóvenes políticos se fue formando al interior de los partidos políticos, permeando como modelo también en los perfiles del servicio público. La gran influencia que adquiere en la selección de candidatos con tales características para competir en una elección, llegó a ser más importante que las cualidades de un político para gobernar. Como resultado de esta especie de “metamorfosis generacional” aparecen los “candidatos preconcebidos”, que surgen a partir de la necesidad de ganar una contienda electoral, en lugar de las requeridas para gobernar determinada realidad social.
Así surgen candidatos que tienen como prioridad atender al llamado “mercado electoral” y se discriminan los requerimientos necesarios para gobernar o representar a la ciudadanía y sus intereses. Durante toda esta etapa de “elaboración virtual” de candidaturas, que obedecieron a esquemas mediáticos y de tendencias estereotipadas, se generó una muy notable distancia y una irreparable separación entre la ciudadanía y la nueva casta de jóvenes candidatos. Sin duda esta fue una de la principales causas de rechazo y desencanto hacia las candidaturas de Ricardo Anaya y Antonio Meade en la elección presidencial, a quienes se les consideró como estereotipos de esta generación de jóvenes exitosos en los gobiernos del PRI y el PAN durante más de tres décadas, hasta la caída del sistema con la llegada de López Obrador, que rompe con el esquema de los “candidatos preconcebidos”, al grado que induce tal inconformidad del elector a votar por los candidatos de Morena, sin tener, en la gran mayoría de los casos, el más mínimo conocimiento de quiénes eran, qué perfil o formación tenían los aspirantes. Fue evidente en el rechazo a estas candidaturas estereotipadas, que no era necesario saber más para votar en contra de ellos, tal como sucedió.
Sin embargo, en Sinaloa todo parece indicar que en algunos partidos y élites políticas todavía se insiste en mantener el estereotipo del candidato que se concibe en despachos de consultores y estrategias basada en encuestas y tácticas de imagen y estereotipos.
El insensible cálculo de la competitividad electoral que se anidó en el pensamiento de las nuevas generaciones de candidatos estereotipados, terminó por crear realidades alternas en las que se extraviaron los fines de la democracia y la política, asentando con ello la idea de obtener poder público para servirse él.
Elegir a los más aptos es ahora el reto mayor de los electores, diferenciar por una parte a los que se han disfrazado de candidatos, y por otra no cometer el mismo error de votar a ciegas como en el 2018.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.