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"OBSERVATORIO"

"Cambia de estrategia AMLO en seguridad. ¿Dirá mañana cómo va a pacificar Sinaloa?"

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OBSERVATORIO

    alexsicairos@hotmail.com

     

    Fortalecido por el reciente viraje al “marrazos, no abrazos” que presenta su estrategia nacional de seguridad pública, el Presidente Andrés Manuel López Obrador será portador mañana, en su visita a Sinaloa, de una señal contundente para la delincuencia organizada que desatendió el llamado a la pacificación de México y desaprovechó la amnistía que ofreció la Cuarta Transformación. Ni por asomo es igual el AMLO que vino antes al que llega este miércoles.

    La detención de José Antonio Yépez Ortiz, “El Marro”, jefe del cártel de Santa Rosa de Lima con sede en el estado de Guanajuato, transformó la madrugada del domingo el panorama de escepticismo e irritación que reinaba en México por la mano suave que el Estado blandía frente al crimen organizado, desafiante y envalentonado. Si bien es cierto que ahora hay solamente un barrunto de esperanza por la paz y la legalidad, basta con tal atisbo para empezar a escribir la otra historia donde el Gobierno le gane la guerra a la alta delincuencia.
    Aun cuando no se refiera con santo y seña a las corporaciones sinaloenses del narco, el mensaje está en la permanencia presidencial por unas horas en Culiacán y la indicación de respuesta con la fuerza pública a quien pretenda desde el negocio de las drogas situarse por encima de la ley. Se ha agotado el plazo absurdo de la negociación del perdón; corre el tiempo bueno de “al margen de la ley, nada” en lo que se considera la cuenta regresiva de la nueva táctica federal anticrimen.

    Ni más ni menos, el López Obrador que presidirá en Culiacán la reunión del Gabinete Nacional de Seguridad es el que descabezó a la principal organización dedicada al robo de combustible. El mismo líder que se requiere para limpiar la sangre del territorio mexicano con la única estopa que lava la consumación del delito y el agravio a los deudos de las víctimas: la ley. ¿Es posible que emerja ese Mandatario nacional restaurador del orden cimentado en el estado de derecho?

    El declive del imperio criminal de “El Marro” empezó como advertencia el 21 de junio cuando 26 integrantes del Cártel de Santa Rosa de Lima fueron detenidos, entre éstos la madre del jefe de la banda de huachicoleros. De ahí derivó un trabajo de seguimiento que debilitó la primera línea de protección del capo, enseguida se le vulneró el sistema financiero y el domingo acabó en buenos términos la operación para ponerlo a disposición de la justicia.

    La diferencia entre las guerras antinarco de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto es que éstos acudieron a la ilimitada acción militar y policiaca a sangre y fuego con el peligroso alarde de la capacidad bélica y los daños colaterales, mientras que la operación de López Obrador consiste en utilizar la tecnología y los servicios de inteligencia para proceder a detenciones que vayan sobre el objetivo e impidan poner en peligro a gente inocente.
    El plan para apaciguar a Sinaloa podría ser el mismo. La calma que se vive en la zona de Tepuche, esa sindicatura del municipio de Culiacán que hace algunas semanas ardía debido a que fue tomada por el narco como campo de disputa de conflictos intracártel, se debe a que la Secretaría de Gobernación ordenó atención especial (alerta máxima) desde que fueron asesinadas 15 personas el 24 de junio. Allí también hay grupos élites de la Guardia Nacional y trabajo de campo de la Fiscalía General de la República.

    Por eso se puede afirmar que el que nos visitará mañana es el Presidente que se cansó de convocar a los criminales a la paz, desarme y cambio de actividad, y se decidió a desarticular los grupos que han identificado como debilidad institucional el intento por llevar las cosas sin plomo ni persecuciones peliculescas. Aquel que el 17 de octubre de 2019 debió entender, con la toma violenta de Culiacán que hizo un segmento del Cártel de Sinaloa, que el lenguaje de la diplomacia no está en el idioma del hampa.

    Hubiera sido distinto y desventajoso que el 5 de agosto estuviera aquí un AMLO con el mismo discurso hueco de resultados en materia de seguridad pública, al Presidente que ahora trae evidencias de voluntad para atacar al fenómeno que ha dejado 50 mil muertes en el País desde el 1 de diciembre de 2018 a la fecha. Será interesante oír los planteamientos concretos que hará para Sinaloa.

    Tampoco olvidemos que trae la espina clavada desde el 17 de octubre de 2019, cuando desde la ciudad de la cual será huésped en unas horas se le asestó la gran afrenta al sistema nacional de seguridad pública con aquel el operativo exitoso y después fallido para detener a Ovidio Guzmán López. Es una de las muchas razones para desmenuzar al Presidente en lo que diga, calle, haga o deje de hacer.

     

    Reverso

    Que el estimulante resplandor,
    De la justicia renaciente,
    Venga con usted, Presidente,
    Para un Sinaloa sin terror.

     

    Entre la fe y la candidez

    Con dos presuntos trofeos de caza, Emilio Lozoya en corrupción y “El Marro” en delincuencia organizada, López Obrador les meterá presión a los gobernadores, en este caso a Quirino Ordaz Coppel en Sinaloa, para que le echen más empeño en detectar, denunciar e integrar sólidas carpetas de investigación contra los políticos delincuentes, sobre todo aquellos que al paso por el servicio público se han servido del erario con la cuchara más grande que encuentran. Cómo hace falta la cabeza de un corrupto detrás de las rejas como escarmiento a quienes se ríen a carcajadas del discurso local de moralización del servicio público.