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"ALDEA 21"

"Caciques y poder"

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ALDEA 21

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    A lo largo de la historia en nuestro país, la presencia del caciquismo ha estado vigente incluso desde la época prehispánica, su origen etimológico se le atribuye al vocablo arahuaco “kassequa”, que significa jefe indígena en tierras colombianas por el año de 1492. Es hasta el año de 1884 cuando la Real Academia Española incorpora a su diccionario la palabra “cacique”, con dos significados: el primero entendido como el Señor de vasallos o superior en alguna provincia o pueblo de indios, y en el segundo significado como la persona que en un pueblo o comarca ejerce excesiva influencia en asuntos políticos o administrativos.

    Así la palabra cacique, como la práctica caciquil, han estado presentes en todas las etapas históricas de México, América Latina y del resto del mundo. Ha sido una figura que se forja a partir de las relaciones sociales y se explica en función de su capacidad para influir en la vida pública de ciertas comunidades o regiones.

    Hoy forma parte del lenguaje político que, aunque un poco en desuso, sigue teniendo un valor muy importante como referente para explicarnos los fenómenos políticos-gubernamentales, el uso del poder y las relaciones humanas en sociedad.

    En el caso de Sinaloa, la historia consigna a una gran cantidad de personajes antiguos y contemporáneos que han ejercido una influencia en la vida política, económica, social y cultural de la entidad. En diferentes ámbitos de nuestra sociedad, los caciques han aprendido a permanecer, reproducirse y adaptarse a todas las circunstancias y por toda la geografía sinaloense. Desde el campo hasta las ciudades los caciques se ajustaron y se extendieron en todos los sectores de la vida pública, lo que les permitió influir permanentemente en las decisiones de los gobiernos y determinar candidaturas en los partidos políticos. Por ello, como anota César Cansino citando al escritor Mario Puzo en uno de sus textos sobre el tema, en nuestro país el mexicano ha logrado construir una filosofía práctica al respecto: la vida es tan difícil que no basta con tener un padre; hay que tener un padrino.

    Como parte del pasado, el presente en Sinaloa refleja una evidente relación de poder entre cacicazgos locales que, desde los ámbitos de la política y la economía, toman decisiones que establecen el statu quo de nuestra realidad social. Los cacicazgos constituyen una fuerza real que se ejerce en el monopolio de la intermediación política y el control de recursos estratégicos, considerando estos dos aspectos como su principal fuente de poder, que determinan no sólo el rumbo económico, político-administrativo y cultural de una sociedad, sino también el futuro de la clase política vigente. En las entidades se les reconoce también como los “jefes políticos”, autoridades informales que se vuelven intermediarios de conflictos y negociaciones políticas ante las autoridades del Estado, lo que les facilita a su vez mantener cierta estabilidad social y una relación de utilidad política con el poder central de la República.

    Tenemos entonces que la presencia, digamos “inevitable”, de los cacicazgos políticos nos permite transitar por una realidad objetiva de dos rutas de entendimiento: la primera explica con mayor claridad las razones políticas de los actuales actores políticos en Sinaloa, la otra, concebir la dimensión de un futuro para el desarrollo social y económico del estado con todas sus implicaciones.

    Sin embargo, en Sinaloa habrá que anotar que el debate público se ubica más en la discusión del juego político y la correlación de fuerzas entre cacicazgos, y muy poco, por no decir nada, en el Sinaloa que se quiere para los sinaloense. Una limitante todavía muy presente en nuestra cultura democrática que debemos superar.

    Quizá situar en lo público a todos aquellos quienes detentan relaciones de cacicazgos, para que desde la parte ciudadana se impulsen nuevos comportamientos políticos que otorguen un sentido coherente, civilizado y virtuoso de las capacidades y circunstancia de poder de los caciques. Convertir las cualidades autoritarias de un cacique, en capacidades de cambio y liderazgo social. Una utopía vigente, en nuestra distópica realidad.

    Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo martes.