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"Opinión"

"Burlar los espantajos"

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    pabloayala2070@gmail.com

    No hace mucho escuché a un amigo dictar una conferencia sobre el abecé de las emociones positivas; ahí compartió un dato que me resultó tan sugerente como inquietante. Palabras más, palabras menos, dijo: “Por cada emoción mala que sientas durante el día deberás sentir cinco buenas, para que tu día termine con un saldo emocional saludable”.

    La numeralia me sentó como un mazazo directo a la cabeza. Comienzo cada día descomponiéndome el ánimo y el espíritu con las primeras noticias publicadas en redes y portales informativos. Ya para las seis y media de la mañana, tengo el hígado tan acidificado que cualquier camarero de cantina podría servirlo a su clientela como encurtido. Y si a esta primera dosis de intoxicación sumo que me gusta hacer la digestión de la comida con un segundo rondín por las redes, y que después de cenar me siento a ver con algo más de calma algún noticiario, el resultado es que mis niveles de amargura noticiosa pueden ser el contraejemplo perfecto de lo establecido en el “parámetro emocional de Losada”, y del cual nos estaba dando cátedra mi amigo.

    No quiero aburrirle con la historia de mis malos hábitos personales; mi afán de traerla a cuento es dejar en claro que aun y con todo lo que sucede en el país, vale la pena mantener la esperanza, porque México es y representa mucho más que el montón de despropósitos y desgracias ventiladas a toda hora en redes, portales y barras noticiosas.

    De ahí que, si me lo permite, quisiera compartirle algunas pautas o, mejor dicho, pistas para vivir y disfrutar en el México que nos está tocando vivir. Cabe aclarar que este intento está muy lejos de ser un consejo moralino; en todo caso, véalo como un listadito inacabado que nos permitirá ahuyentar algunos fantasmas que siguen azuzándonos con su mala leche desde todos los rincones.

    No haga caso a todo lo que dice la prensa y los opinólogos presentes-en-todos-lados. Las más de las veces, medios y conductores hacen su labor de la mano de una agenda establecida a partir de una serie de intereses que están del otro lado de lo que significa el deber de informar. Comunican al son que marca el poderoso caballero don dinero. No necesito darle ningún nombre, porque algunos periódicos y personajes se presentan por sí solos.

    Cuando escuche a un político afirmar algo, lo que sea, dúdelo; seguramente está tratando de llevarle al baile, porque como lo he dicho en otras ocasiones, la clase política en México, clase tiene poca y política hace menos (¡politiquería mucha!).

    No se crea el cuento de que al País le quedan dos minutos para desaparecer devorado por las llamas. Cierto, no son pocos nuestros problemas, pero nos suceden más cosas buenas que malas. El hecho de que usted esté leyendo esto es una buena señal. Créame que si lo bueno “vendiera” no escucharíamos a muchas aves de mal agüero graznando y aventando escupitajos de veneno por el pico.

    No confíe del todo en la división ideológico-existencial que supuestamente separa a “chairos” de “fifís”. Es común encontrárselos en los mismos sitios, por eso es fácil toparse a chairos ultrafresas y fifís ultranacos.

    No se espante de cualquier cosa que vea en las calles o esté etiquetada como la materialización de la maldad. Seguramente usted habrá visto niños indígenas con sus padres vendiendo artesanías, trabajando en puestos de comida, talleres, telares o haciendo cerámica. La enorme desigualdad y pobreza en la que han vivido los pueblos indígenas en México, provocó que las niñas y niños se convirtieran en un pilar económico fundamental para sus familias, las cuales tienen muy clara la diferencia entre esclavitud y trabajo digno.

    No haga cosas temerarias o estúpidas. No se meta en sitios donde sabe que habrá bronca segura y mucho menos discuta con desconocidos; usted no sabe si se topará con algún malandrín dispuesto a resolver la disputa con toda violencia (si lo mismo pasa en Estados Unidos y Europa, ¿por qué no habrá de pasar en Hermosillo, Cd. Obregón, Culiacán, Tuxtla, Pátzcuaro, Ecatepec o Monterrey?).

    Haga caso a su intuición. Dese la oportunidad de comer, conversar, visitar y conocer sitios a los que siempre ha querido ir. Claro, siempre y cuando, como dije líneas arriba, lo haga con precaución siguiendo las instrucciones que le dan a los turistas que visitan la Alhambra, la Torre Eiffel o la Capilla Sixtina.

    Intente confiar en la gente. No crea que quienes le rodean están prestos a tenderle la trampa. Aunque el amarillismo de la prensa y las advertencias presidenciales de “las mañaneras” digan lo contrario, en México la mayoría somos gente honesta; si no fuera así, el País hace siglos que se hubiera desfondado.

    Exija y reivindique derechos. Son muchas las personas vulneradas que no pueden defenderse por sí mismas, de ahí que necesiten de una mirada compasiva y una mano solidaria dispuesta a visibilizar las injusticias de las que son presa.

    Siga moviéndose por el espíritu resiliente mexicano que nos impide doblegarnos y perder la esperanza. Recuerde que en México somos especialmente hábiles para ver con optimismo escenarios sombríos, sacando de ello la mejor parte (por favor no confunda capacidad para levantarse mil y un veces del suelo, con resignación, ya que son cosas muy distintas).

    Implíquese en una causa social; se sorprenderá de todo lo que se hace y logra a través de las organizaciones del tercer sector en México, un maravilloso universo de solidaridad, entrega y gratuidad. Regalarse a los demás, aunque sea por breves momentos, le revitalizará de formas muy gratificantes.
    Vea menos tonterías y chismes en las redes y dese oportunidad de leer historia, literatura y teatro mexicano. Se sorprenderá de lo colorido, vibrante y caleidoscópico que resulta ser este cachito del universo simbólico mexicano.

    Y ya que estamos en estas, déjese maravillar por nuestra cultura y el sinnúmero de rincones mágicos en que ésta se expresa: comida, folklore, parques, quioscos, mercados, callejones, caserones, iglesias, festivales, fiestas populares...

    Sé que la lista, además de parcial y tremendamente incompleta, tiene tono de consejito de cuento de hadas. Sin embargo, pensar que México está a punto de explotar porque en los medios y redes solo se habla de asesinatos, secuestros, robos, violaciones, prófugos, corruptos y políticos parásitos, es equivalente a creer en brujas, demonios y fantasmas, que con voz cavernosa y lapidaria le advierten: “En México se esfumaron las alternativas; ya no hay nada que hacer; estamos ante el fin de las oportunidades”.

    El País donde vivimos es nuestro y no de los espantajos que desde hace muchos siglos fantasmagorean infundiendo el temor en todos los pueblos. Puedo estar equivocado; sin embargo, eso es lo que creo.