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"VÉRTIGO"

"Barry Pepper y Kaya Scodelario protagonizan este trhiller dirigido por Alexandre Aja"

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    “Ten cuidado, no te escuchan bajo el agua, pero pueden ver en la oscuridad. Fuera del agua, ellos no son muy rápidos”. Eso le dice el papá herido Dave (Barry Pepper) a su competitiva hija nadadora Haley (Kaya Scodelario, la Cathy de la relectura reciente de Cumbres borrascosas/Arnold/2011) en el sótano inundado de la casa familiar y en medio de un huracán categoría cinco que está azotando el pueblito de Florida donde ellos viven. 
    Los “ellos” a los que se refiere Dave son dos enormes cocodrilos que por las inundaciones provocadas por el susodicho meteoro, han terminado en el sótano de la casa en venta de Dave. La verdad, sí sé que los cocodrilos son lentos en la tierra, pero no me tomé la molestia de buscar en google todo lo demás que dicen de esos feroces reptiles nadadores. En todo caso, lo que me pareció una exageración típica de una película de aventuras de serie B es el ruido que hacen esos lagartos, una especie de rugido que parece pertenecer más a los leones. Pero no, aunque parezca mentira, el “lloro” de los cocodrilos –así se llama al ruido que hacen- sí parece rugido: fui a escucharlos a youtube. Es decir, de algo sirvió ver Infierno en la tormenta (Crawl, EU, 2019), el más reciente largometraje del especialista en cine de horror Alexandre Aja (espléndida El despertar del miedo/2003, remake del clásico gore La colina del terror/Craven/1973 llamado aquí Despertar del diablo/2006): entendí el sentido preciso de la frase aquella de “las lágrimas de cocodrilo”. Esos animales “lloran” mientras se almuerzan a sus víctimas. Y en Infierno en la tormenta, hay varias.
    A decir verdad, la película sirve para algo más que evitar que avance la ignorancia. El octavo largometraje de Aja es un muy entretenido y muy breve thriller –y por ello doblemente entretenido- con una correosa jovencita en peligro, amenazada por un animal feroz “sin cerebro” –en realidad, no es uno sino dos y, después, muchos más- que la quieren como botana. Es decir, estamos ante una reelaboración de Miedo profundo (Collet-Serra, 2016), pero en claustrofóbico, con una poderosa tormenta como telón de fondo y un melodramático problema paterno-filial que bien pudieron haberse ahorrado. 
    Haley estudia con una beca deportiva –es una excelente nadadora- en la Universidad de Florida y ante la llegada del mencionado huracán categoría 5, decide ir a buscar a su papá y antiguo entrenador a su pueblito natal. Dave, que se acaba de divorciar de la madre de Haley, ha puesto la casa familiar en venta, pero el huracán lo sorprendió en el sótano del lugar, a donde llegaron dos enormes cocodrilos que lo están rondando. Haley baja al sótano, huye de los lagartos, encuentra a su papá herido y los dos, padre e hija, se protegen de los animales tras un conjunto de tuberías que los cocodrilos no pueden vencer.
    Básicamente este es el escenario dramático propuesto en el guion escrito por los hermanos Michael y Shawn Rasmussen, por lo que queda a Aja, a sus dos sólidos actores y al resto del equipo ejecutar esta sencillísima historia. Y, a decir verdad, lo hacen bien: el rapport padre-hija entre Pepper y Scodelario es convincente –incluso en los momentos más melodramáticos-, la inglesa-brasileña Scodelario interpreta muy bien a su invencible heroína nadadora, y a través de la cámara de Maxime Alexandre y el montaje de Elliot Greenberg, Aja logra construir varias escenas de emoción y suspenso, con todo y las inevitables tomas subjetivas de los cocodrilos que están, más de una vez, a punto de alcanzar las ágiles piernas bajo el agua de Scodelario –o de su doble, pues. 
    Eso sí, como suele suceder en este tipo de cintas palomeras hollywoodenses, ya sabemos quiénes terminarán de botana de los animales y quienes se salvarán. Por ejemplo, ¿quién cree usted que llegue hasta el final, cuando suena en los créditos “See You Later, Alligator”, un trío de malandros que aprovechar los desalojos provocados por el huracán para saquear un OXXO gringo o una encantadora perrita ladradora llamada Sugar que no tiene ningún papel que jugar en el filme más que provocar que la gente diga “awwwww” desde la butaca? ¿Quién cree usted? ¡Adivinó!: ¡brujo!