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Existen personas que hasta en los pequeños detalles luego enseñan su inclinación a la intolerancia y al autoritarismo. En el curso de la semana pasada conocimos declaraciones de un dirigente político de un partido local, enfatizando, con orgullo, una iniciativa de su partido al Congreso local para que los cubrebocas fueran obligatorios en el estado; añoran esas personas volver a tiempos del pasado reciente, cuando se violaban las garantías individuales con facilidad.
Hay que usar el cubrebocas siguiendo las instrucciones del doctor Gatell y los expertos en salud pública, como elemento preventivo, pero no hacer caso de los políticos autoritarios que quieren usar la pandemia para sacar ventajas económicas y raja política.
Esos tiempos ya pasaron; hoy los ciudadanos no permiten que se les trate como menores de edad, su libertad la conquistaron a un alto costo y no están dispuestos a que se les vulnere, con iniciativas retrógradas como la que referimos.
Conforme se avance en el establecimiento de la democracia, esos partidos con ideología conservadora van a desaparecer de la escena política. Los ciudadanos, con la fuerza de su sufragio, los van a excluir de la actividad electoral; esas expresiones, con una clara tendencia represiva, tratan de aprovechar la contingencia para hacer nugatoria la libertad de las personas.
Todo se debe a su ideología, partidaria del autoritarismo. No se dan cuenta que en el País hay un cambio y todo debe ser por convencimiento, nada por la fuerza. El pueblo de esta gran Nación, durante infinidad de ocasiones, ha demostrado ser respetuoso de sus obligaciones ciudadanas y no permite que por medio de la fuerza se vulnere su libertad y su sano criterio.
El cubrebocas, se ha demostrado científicamente, es un auxiliar de la contención del coronavirus, pero no es de ninguna manera una opción infalible. Está demostrado, tratándose de las medidas para mitigar la propagación del Covid-19, y como lo señala el protocolo del doctor Gatell, son fundamentales la sana distancia, el lavado constante de manos y quedarse en casa lo más posible; el cubrebocas es una medida optativa elemental para la prevención de la propagación del coronavirus.
Pero ahora que nos acercamos a los tiempos políticos y los logreros intentan en vano sacar raja política de la tragedia (sin ningún humanismo), nos encontramos que los conservadores se han convertido de la noche a la mañana en “especialistas” en epidemiología. La misma mutación vimos en meses pasados cuando se convirtieron en “feministas”, cuando siempre se han caracterizado por denostar las tesis centrales del feminismo: igualdad y libertad de decidir sobre sus propios cuerpos. El oportunismo político de los conservadores no tiene límite.
Abundando un poco más sobre el futuro político, en la entidad y el País, vemos claramente que no existe una oposición con tamaños para competir dignamente en las elecciones de junio próximo. Todo indica que Morena va a volver a arrasar en la elección intermedia. Esto se debe a varios factores, en especial al cambio que se viene operando en el territorio nacional en muchos rubros, además, por si algo faltara para que los ciudadanos se convencieran con mayor certeza, está en curso el juicio que la Fiscalía General le sigue a Emilio Lozoya Austin, mediante el cual se está destapando la cloaca de la corrupción de los gobiernos prianistas. Este juicio exhibe en toda su magnitud el nivel de latrocinios que cometieron los neoliberales con el patrimonio nacional, sus atracos y complicidades no tenían límite. Este juicio viene a remachar el clavo que desfondará de electores y credibilidad a una apabullada y débil oposición.
Esos gobiernos corruptos que esquilmaron a su antojo el patrimonio nacional, con el perverso propósito de acabar -entre otras cosas- con los pocos logros que quedaban de la Revolución, estuvieron a punto de culminar su obra en contra de los intereses populares.
Las clases sociales no olvidan los enormes sacrificios que les costó sobrevivir en condiciones de abandono que se les mantuvo durante décadas. Están cobrando y van a seguir cobrándoles caro a los partidos tradicionales los agravios y fardos que les pusieron a cuestas. A los políticos del pasado lo único que les espera es pagar sus cuentas acumuladas que tienen con la justicia