Martín Moreno
@_martinmoreno
Sinembargo.MX
López Obrador no es, por supuesto, el único Presidente que al sentirse criticado, cuestionado o exhibido por la prensa, la ataca. Lo hizo Echeverría contra el Excélsior de Scherer. Allí está el famoso “no pago para que me peguen” de López Portillo. O el apoderamiento del salinismo con el diario UnomásUno. Y la represalia del Gobierno de Peña contra Carmen Aristegui por el asunto Casa Blanca. Ejemplos sobran.
Sin embargo, AMLO sí es el único mandatario que abiertamente, de manera pública y desde Palacio Nacional, ataca y crucifica tanto a medios como a periodistas que lo critican con pruebas y argumentos sólidos. Y los refuta -él sin pruebas y con embustes-, bajo la premisa dictatorial del “están conmigo o están contra mí”. Para el actual Presidente, no cabe la libertad de expresión irrestricta. Siempre y cuando, claro, algunas plumas lo alaben y no lo critiquen ni con el pétalo de una pluma ni lo cuestionen frente a un micrófono. Esos, para AMLO, sí son periodistas de verdad.
López Obrador tiene a un priista agazapado en su corazón, y como fiel representante del priismo de los setentas del que es producto, concibe a la prensa como un factor más de poder que debe estar a su servicio (como lo visualizaba el PRI), y no como un poder alterno de pesos y contrapesos, de equilibrios y cuestionamientos hacia el Gobierno en turno en pro de fortalecer nuestra democracia.
Allí están los ataques abiertos y personales contra Carlos Loret de Mola, crítico frecuente de AMLO y de su Gobierno, y que exhibió el video en el cual Pío López Obrador recibe dinero ilegal para financiar la actividad política de su hermano en 2015.
Y los constantes ataques a Reforma por mostrar, con pruebas sólidas, los abusos, mentiras y corruptelas por parte del actual régimen. “Pasquín inmundo”, le espetó fuera de sí AMLO al diario, en una frase tan desafortunada como ruin, que muestra el talante de intolerancia del Presidente mexicano. Esa frase quedará inscrita entre las páginas de la historia negra presidencial, junto con aquel “la pandemia nos vino como anillo al dedo”, o la carcajada agraviante al referirse a las masacres ocurridas durante lo que va de su sexenio.
Para entender un tanto la naturaleza de López Obrador y de sus fanáticos en cuanto a su relación con la prensa, aquí exhibimos tres historias breves para intentar comprenderla:
REFORMA. Poco después de que Peña Nieto ganara la elección presidencial en 2012, Andrés Manuel López Obrador pidió una cita con el director del diario Reforma, Lázaro Ríos. Se le concedió.
-Reconozco lo bien que estuvo Reforma durante las campañas. Fue valiente y siempre dijo la verdad…
-¿Entonces por qué hablas de bloqueo informativo?-, cuestionó Lázaro Ríos.
-No, no. Eso lo hacen sólo las televisoras…
-Tú metes a todos los medios en el mismo costal…
-Bueno, mira: políticamente hay que mantener distancia contra los medios. Las encuestas de Reforma fueron muy buenas. Ustedes son unos profesionales. Y ahora, tienen que hacer lo de siempre: machacar al Gobierno en turno, a Peña Nieto…-, pidió López Obrador al director del diario.
Hasta aquí la charla entre AMLO y Lázaro Ríos.
Conclusión: mientras fue beneficiado por las encuestas de Reforma en 2012 (el diario pronosticó que Peña le ganaría al tabasqueño por 5 puntos y le ganó por 7.5 puntos, mientras casi todas las encuestadoras le daban ventaja al priista de entre 14 y hasta 30 puntos de diferencia), López Obrador reconocía y felicitaba al diario. Incluso, le pedía criticar a EPN. Pero en cuanto llegó a Palacio Nacional y ahora también Reforma lo critica y exhibe a su Gobierno, entonces ya no le gustó y lo ataca prácticamente a diario. Del “ustedes son unos profesionales” al “pasquín inmundo”. Hipocresía política, a final de cuentas.
MONSIVÁIS. El columnista Ricardo Alemán ha sido, nos guste o no reconocerlo, una pluma critica de López Obrador desde que era Jefe de Gobierno. Agrade o no su estilo, Alemán ha tenido razón en no pocas ocasiones sobre el comportamiento de AMLO y, sobre todo, sobre los riesgos si ganaba la Presidencia. Desde las páginas de El Universal, eran constantes sus críticas a AMLO.
Corría el 2008. En ese entonces, el escritor y cronista Carlos Monsiváis – uno de los personajes más cercanos y melifluos con López Obrador-, también escribía en El Universal. Enojado por la columna “Itinerario Político” de Alemán, Monsiváis pidió cita con el dueño del periódico, Juan Francisco Ealy Ortiz.
-Te quiero pedir un favor: quítale su columna a Ricardo Alemán. Ya sácalo. Tiene muy molesto a Andrés…-, le pidió Monsiváis abiertamente.
Ealy Ortiz no le hizo caso. Y Alemán continuó escribiendo su columna por varios años más.
Conclusión: los fanáticos cercanos a AMLO también han sido y son intolerantes a la crítica contra su líder. A pesar de que en su momento fueron críticos del PRI y PAN, cuestionar a López Obrador queda fuera de cualquier espacio de libertad de expresión. O con ellos o contra ellos. Como AMLO.
REVOLUCIÓN 3.0. El director del portal Revolución 3.0, Jonathan Pérez – incondicional a Epigmenio Ibarra, productor de telenovelas y de narco-series y uno de los panegiristas más cercanos a López Obrador y que, durante algún tiempo, fue mandamás en ese medio- solía decirles a sus reporteros cuando proponían reportear algo que pudiera cuestionar o afectar al ya Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador:
-Aquí no se le pega a mi Presidente. Me vale madres el género periodístico, si afectan a mi Presidente…Quisiera matar a quienes critican a mi Presidente…
Conclusión: los comunicadores-fanáticos de AMLO, desde cualquier trinchera, conciben al periodismo como una plataforma al servicio del régimen obradorista y no como un instrumento de democracia informativa que busque la crítica sustentada al actual poder presidencial. Servilismo periodístico, pues.
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Mientras era oposición, López Obrador quería medios críticos contra el Presidente en turno.
Y ahora que es Gobierno, quiere medios a su servicio.
Demócrata a conveniencia, pues.