Martín Moreno
El ejercicio del poder desgasta al Gobierno, al partido político dominante y, por supuesto, al Presidente en turno. Es una fórmula universal absoluta e irrebatible y, en México, no se da la excepción. Lo vimos con Salinas de Gortari, un Presidente poderoso, sin duda. Con Fox, con Calderón, cuya elección intermedia (2009) significó una fuerte derrota para el PAN, y con Peña Nieto vimos la debacle absoluta de su partido, el PRI.
Es el ejercicio del poder y también son los errores graves de cada Presidente los que van marcando su camino hacia la fatídica intermedia que, en la praxis político – electoral-, no es otra cosa que un referéndum al que se somete, en las urnas, al mandatario y a su Gobierno.
Así, durante el primer año de Gobierno, el Presidente entrante llega con una fuerza natural y una inercia demoledora: lo vimos con Salinas y su liderazgo, inclusive, a nivel internacional; Zedillo tardó más en arrancar al haber heredado de Salinas la crisis económica más dolorosa de la historia: Fox fue un Presidente que durante ese periodo inicial mantuvo una aprobación ciudadana del 63 por ciento promedio. Calderón – aun con su cuestionada guerra contra el narco -, se ubicaba en 66 por ciento. Peña Nieto, gracias a su arranque de vendaval que le alcanzó para concretar las llamadas reformas estructurales, se mantuvo en 56 por ciento. (Fuente: Consulta Mitofsky).
¿Con cuánto de respaldo popular habían iniciado los ex presidentes en el arranque de sus respectivos gobiernos? Fox: 72 por ciento; Calderón: 54 por ciento; Peña Nieto: 55 por ciento. (Fuente: Encuesta GEA-ISA 2019).
Es decir, Fox perdió 9 puntos de aprobación durante su primer año de Gobierno.
Calderón ganó 12 puntos en ese lapso.
Peña Nieto se mantuvo, prácticamente, en el mismo nivel: entre el 55 y 56 por ciento en sus primeros doce meses.
Conocidos estos números y tendencias, ¿cómo le está yendo a Andrés Manuel López Obrador?
Basados en las cifras duras e irrebatibles, no tan bien. Más bien, mal.
De acuerdo a las encuestadoras y más allá de opiniones, juicios de valor o de interpretaciones, AMLO es el Presidente que registra la caída más fuerte de aprobación ciudadana, en comparación con sus antecesores, durante su primer año de Gobierno.
López Obrador arrancó su Gobierno con un nivel de respaldo ciudadano que en febrero de este año – según el análisis de encuestas realizado por Oraculus.mx – llegó hasta 81 por ciento promedio de respaldo popular. Encuesta de El Financiero le daba 78 por ciento en marzo. Niveles similares.
Pero la política no es lineal. Es una montaña rusa de subida y en picada.
Hoy por hoy, AMLO registra un nivel promedio de aprobación ciudadana de entre el 52 y el 59 por ciento. Es decir: en los primeros once meses de su administración, ha perdido hasta 22 puntos de respaldo, si nos vamos a los “picos” más altos.
Desde octubre pasado, la tendencia aprobatoria para López Obrador ha ido en marcado descenso.
Y eso lo saben – y les preocupa – en Palacio Nacional.
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Las cifras hablan. Echemos un vistazo a las encuestas más recientes:
Consulta Mitofsky ubica a AMLO con 57 por ciento de aprobación ciudadana.
El Universal: 58 por ciento.
México Elige: 52 por ciento.
Y más:
El diario Reforma (4/XI/2019) arroja también resultados negativos para AMLO: el 55 por ciento de los encuestados considera que la situación nacional se le ha salido de control al Presidente; 60 por ciento cree que la estrategia del Gobierno federal en seguridad está fracasando, y el 70 por ciento piensa que ocultó información sobre lo sucedido en Culiacán. (De hecho, la encuesta de El Universal le atribuye al factor violencia el desplome de AMLO en las encuestas).
Allí están las cifras. Los números. Las tendencias.
No las ve quien no las quiere ver.
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El ejercicio del poder desgasta. Y los errores castigan al gobernante.
Son las consecuencias de los caprichos y exabruptos presidenciales:
La cancelación del NAIM Texcoco; la construcción inviable de la Refinería de Dos Bocas; cero crecimiento económico; criminalidad fuera de control: 30 mil ejecutados en este sexenio; estrategia fallida de “abrazos, no balazos” y de “voy a acusar con sus mamás” a los delincuentes; desempleo galopante; ausencia de programas de fomento al empleo, a las pequeñas y medianas empresas y de incentivos fiscales a empresarios; presupuestos miserables; escasez de medicamentos; recortes al sector salud; lenguaje divisionista (conservadores vs fifís) en las mañaneras; ataques a la prensa; culpar al pasado de los errores de la mal llamada Cuarta Transformación; el asilo a Evo Morales, las mentiras presidenciales, y algunos otros factores más.
El desplome de AMLO en las encuestas es innegable.
Entre 20 y 22 puntos durante su Gobierno.
Y no hay otros datos.
@_martinmoreno