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Ha sido muy notable cómo a partir del mes septiembre los conflictos entre el Presidente López Obrador, los partidos y gobiernos de Oposición, así como los autodenominados FRENA, empezaron a manifestarse con mayor énfasis con la intención de mediatizar los sucesos y generar ciertos niveles de percepción de crisis política. Estos acontecimientos han permitido observar cómo se desarrollan y qué consecuencias representan para ambos bandos. Es curioso cómo a lo largo de la historia de las democracias occidentales el ejercicio de la política se narra en la división de bandos, grupos o partidos, entre liberales y conservadores, de derechas o izquierdas, fifís y chairos, en este caso, se observa claramente, entre detractores y simpatizantes del Presidente, algo así como entre “anti-amlos” y “pro-amlos”. Pareciera ser que a eso se reduce la acción política en México, al menos en el universo de los medios de comunicación y las redes sociales.
Ambos grupos, públicamente definidos y fácilmente identificables, se acusan y se descalifican y al mismo tiempo realizan actividades para desestabilizarse unos a otros, como sucede con el Gobernador de Chihuahua, Javier Corral, y en su momento con Silvano Aureoles, de Michoacán, o con Enrique Alfaro, de Jalisco; lo mismo ocurre con las caravanas, plantones y marchas que ha realizado FRENA.
No es necesario hacer juicios profundos ni realizar ondas reflexiones para descifrar que lo que sucede en este prólogo de la política en nuestro País tiene como principal intención ganar adeptos o restarlos para la votación de las próximas elecciones. Uno de los propósitos estratégicos es disminuir la presencia mayoritaria de Morena y sus aliados en el Congreso de la Unión y recuperar o conservar gubernaturas, congresos locales y alcaldías. Al menos esto dice la lógica por la que se han encauzado los esfuerzos políticos-electorales de los últimos años.
Sin embargo, las maniobras de la Oposición parecen no tener efectos en la imagen de AMLO, considerando la última encuesta publicada por El Financiero, que anuncia un aumento de 62 por ciento de aceptación en septiembre. Una de las razones que explican la poca efectividad y el efecto de “rebote” en las acciones de enfrentamiento que promueve la Oposición, es que no cuenta con el apoyo total de los gobiernos y clase política de sus partidos, debido a que no todos consideran la táctica de la confrontación como la mejor estrategia, por el contrario, han evitado el desgaste político y han sabido acomodar intereses y proyectos para el 2021. Algunos gobiernos del PRI, del PAN y PRD, han dirigido sus estrategias hacia otras direcciones, lo que les ha permitido medir y maniobrar una mejor relación de convivencia y negociación ante una nueva y evidente realidad política que tuvo su origen en 2018.
Por otra parte, desde su triunfo inesperado, la historia de Morena como partido no ha sido la más afortunada, la ausencia del liderazgo de AMLO al asumir la Presidencia de la República propició el conflicto doméstico. La notable división en Morena, demuestra que su principal error fue no haber tenido la madurez política para renovar a tiempo su estructura nacional en 2019. Una penosa rebatinga al interior de sus estructuras colocó al partido más importante de México en un dilema entre legalidad y legitimidad, una suerte de judicialización que mantiene prácticamente deshabilitadas sus estructuras nacionales y algunas estatales como es el caso de Sinaloa. En su recorrido desde 2018, Morena ha significado más un estorbo que un apoyo para López Obrador, quien lidia prácticamente solo, desde el Gobierno, los embates de la Oposición.
Paradójicamente, y en un distinto orden de asuntos, el Presidente y la Iniciativa Privada firman un Plan de Inversión en Infraestructura de 39 proyectos en sectores de comunicaciones y transportes, energía, agua y medio ambiente con una inversión de 297 mil 344 millones de pesos, para impulsar la reactivación económica tras la crisis por la pandemia.
No cabe duda que medir ahora el pulso político para analizar la situación nacional, requiere ampliar los horizontes de observación. En esta lógica y ante estos sucesos, se observan al menos tres aspectos que explican una versión de lo que pudiera estar sucediendo en el escenario político nacional:
Uno de ellos podría ser que el Presidente poco a poco ha ido logrando una exitosa gestión de su proyecto de gobierno con el sector empresarial y con los gobiernos de las entidades, sin la necesidad de alcanzar el consenso total de los partidos de oposición y sin contar con el respaldo de un partido consolidado.
Un segundo escenario es que el actual Presidente mantiene niveles altos de aceptación a pesar de las campañas en su contra. Lo que explica que pudiera ser por dos razones: que la gente mantiene su confianza para con el Presidente a pesar de todo, o que su desconfianza hacia al anterior régimen se mantiene vigente.
Y un tercer escenario, nos muestra que mientras una clase política operativa promueve el choque en la plaza pública y la confrontación mediática, hay otra que a la par y en otro orden de ideas, acuerda con el Presidente un futuro económico y político para el país con nombres y apellidos.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo viernes.