Rafael Morgan Ríos
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Estos son tiempos de alegría porque ha nacido El Salvador, y ciertamente no en algún palacio o en una cama con elegantes sábanas sino en una cueva, en un pesebre, sin fanfarrias ni multitudes alabándolo, simplemente rodeado de María y de José. El sacerdote José Luis Martín Descalzo, licenciado en Teología e Historia de la Iglesia, hace una hermosa narración de las circunstancias de este hecho extraordinario: Nace el niño en Belén, un pueblo con algunas 200 casas, en el que no había sitio para ellos en las posadas del lugar, pero aclara que en ellas siempre había sitio pues cada quien se acomodaba donde podía; más bien, José probablemente observó que no había un “sitio” donde María diera a luz con intimidad y recato.
Aclara el Padre Martín Descalzo que en Palestina el varón no estaba presente en el momento del parto, lo cual significa que María fue su propia partera, con sus dolores y sus angustias, pero con la inmensa alegría del Niño Dios en sus brazos, y una vez que entró José, contemplaron arrobados a su bebé que sería el eje de los tiempos para la humanidad: antes de Cristo y después de Cristo. Esperanza y salud del mundo.
Para la humanidad actual son todavía tiempos de espera y de esperanza, sobre todo ante los embates de esta pandemia que afecta a todos, no sólo por el temor de contraer la enfermedad, sino por las consecuencias de muerte, pobreza, angustia y confinamiento.
Pareciera que Dios “se ha hecho el disimulado” ante esta enfermedad generalizada; se está resintiendo el “silencio” de Dios; la humanidad sufre ese “tiempo de sequedad en la fe”, cuando Dios parece no estar ni atender las peticiones de su Iglesia y que se está también en el camino del desierto. El Padre Ignacio Larrañaga propone tener paciencia y “seguir creyendo en la luz cuando se está en densas tinieblas; permanecer de pie cuando se está en el ojo del huracán…”. Además, no es la hora de abandonar, sino la de luchar y combatir… “poner en juego todas las energías para afrontar todos los posibles y conducirlos a la solución final” (Itinerario hacia Dios, Ignacio Larrañaga).
Esta debe ser la postura del cristiano y de todas las personas en general frente al nuevo año que se avecina, que se desea y se espera sea mucho mejor que este que termina. “Este es el gran momento de la fe… aunque parezca que sólo el absurdo manda en el mundo y vea a los hombres odiar y a los niños llorar, y a los malos triunfar y a los buenos fracasar, aunque la tristeza reine y haya sido degollada la paloma de la paz, aunque sienta ganas de morir… yo creo… ¿sin ti qué sentido tendría esta vida? Tú eres la vida eterna” (Muéstrame tu Rostro, P. Ignacio Larrañaga)
Así como se esperó con ansia la llegada del Niño Dios, así hay que esperar la llegada del año 2021, con “paciencia, constancia y esperanza, los tres ángeles guardianes que nos acompañarán en el camino”.
El año 2021 hay que verlo con esperanza, con fe y con amor, como una nueva luz para la humanidad y convertir a todas las personas en lo que Paulo Coelho llama “guerreros de la luz” que “conoce sus defectos y también sus cualidades”, “…que da lo mejor de sí y espera lo mejor de los otros… que no permanece indiferente ante la injusticia… que está en el mundo para ayudar a sus hermanos y no para condenar al prójimo”. “El guerrero de la luz aprendió que… Dios usa el silencio para enseñar sobre la responsabilidad de las palabras… Usa la enfermedad para resaltar la bendición de la salud… y usa la muerte para mostrar la importancia de la vida” (Manual del Guerrero de la Luz, por Paulo Coelho).
Dada la situación de la pandemia, es pertinente reproducir anécdotas del Padre Jesuita Anthony de Mello, en La Oración de la Rana, sobre la naturaleza humana: “La peste se dirigía a Damasco y pasó junto a la tienda del jefe de una caravana quien le preguntó ¿a dónde vas tan de prisa? A Damasco, pienso cobrarme un millar de vidas. De regreso de Damasco, la peste pasó de nuevo junto a la caravana y entonces le dijo el jefe: ¡Ya sé que te has cobrado 50 mil vidas y no el millar que habías dicho! No, le respondió la peste “yo sólo me he cobrado mil vidas, el resto se las ha llevado el miedo”.
Un maestro escribió al gobernador una carta protestando por la brutalidad con que había sido reprimida una manifestación contra el racismo. El gobernador le respondió que no había hecho más que cumplir con su deber, a lo que el maestro comentó “siempre que un estúpido hace algo de lo que debería avergonzarse, afirma que ha cumplido con su deber”.
Feliz Navidad y Feliz año 2021.
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