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“Durante el periodo neoliberal, lo repito, es cuando más han saqueado a México” (AMLO). Los 36 años (neoliberales) concluyeron el 30 de noviembre del 18, declaró en una mañanera. Dijo también que el saqueo de esos años fue mayor al del periodo colonial. Tal parecería que podemos válidamente preguntarnos si estamos en una nueva guerra: la “guerra contra el neoliberalismo”, y si a partir de ello todas las políticas públicas y las reformas legales serán destinadas a borrar cualquier vestigio neoliberal.
Si es así, el trabajo se antoja complejo, pues la producción normativa nacional en 36 años es enorme. No solamente se trata de cambiar de jinete, sino de caballo y ajustar la pista. En términos normativos, se trata de cambiar la médula constitucional y todo el andamiaje sobre el que se edificó el modelo neoliberal. Espero que haya claridad de qué se busca y poder eliminar acertadamente.
De lo contrario, tendremos un sistema parchado que en algunos temas será 4T, en otros neoliberal, y otros más con distintos adjetivos calificativos según se puedan encontrar reminiscencias de tendencias de pensamiento político o económico diferentes a las de la 4T. Derrumbar todo y construir de raíz puede ser más útil, pero también muy complicado.
En la literatura político-económica no hay un consenso unánime respecto de qué es el neoliberalismo. ¿Nuevas libertades, nuevo liberalismo, tecnocracia? Habida cuenta de la dificultad para conceptualizarlo, existe, sin embargo, cierto nivel de acuerdo en algunas de sus características. El neoliberalismo propugna la existencia de un Estado fuerte que regule adecuada y eficazmente los mercados; la existencia de reglas que permitan a la empresa ser competitiva y a los consumidores participar de un mercado que les produzca bienestar; libertad de empresa, de comercio y de consumo; un Estado regulador de la economía, que deja de ser empresario como -lo era- en el modelo de la economía planificada o estatista.
La descripción anterior es una simplificación enorme de lo que el neoliberalismo es. Si ese modelo es el que hay que derribar, ¿cuál sería el que habremos de edificar? ¿Cómo se va a reemplazar, quiénes y con qué elementos lo harán?
Si el modelo neoliberal tiene como sus centros de enseñanza algunas universidades como la de Chicago, en Estados Unidos; o el ITAM, en la Ciudad de México, como se ha señalado por diversos analistas, ¿dónde se enseñará 4T? ¿Y cuáles son sus postulados?
La Asociación Mexicana de Cultura fue fundada en 1946 por don Raúl Baillères con la finalidad de promover la educación y posteriormente se convirtió en el ITAM para, dijo, “… preparar muchachos que dentro de treinta o cuarenta años puedan hacer la transformación de un país estatista a un país liberal capitalista”.
La inmensa mayoría de los funcionarios públicos, aunque formados en universidades públicas y privadas, díficilmente fueron “adoctrinados” en el neoliberalismo. Empezando por los poblados más pequeños y remotos del País, transitando hacia los municipios, los estados y la Federación y, por supuesto, extendiendo el juicio a los tres poderes de la unión y a sus equivalentes en los estados y los municipios, la presencia de “Chicago boys” o de “itamitas” es residual. Es más, conozco a varios de éstos últimos que son pro 4T.
Luego, ¿podemos aun así concluir que la corrupción, la desigualdad y la formación ilícita de patrimonios es culpa del neoliberalismo? Ciertamente me parece que la respuesta es negativa. Concluir lo contrario es gratuito. No se puede culpar al modelo económico de ese conjunto de fallas que más bien tienen sus causas en el modelo educativo general y medularmente en el fracaso de las instituciones políticas por formar “cuadros” con valores distintos a la “patrimonialización” o captura de las entidades y sus recursos para fines privados.
Siempre que el servicio público continúe siendo la “lotería nacional” de quienes deberían estar elaborando políticas públicas para satisfacer las metas constitucionales de igualdad, equidad y justicia social y los postulados de la Revolución Mexicana, seguirán algunos buscando adversarios enigmáticos para justificar la incapacidad para administrar los recursos públicos y la ausencia de transparencia.
Mientras tanto, unos se entretienen en la captura del patrimonio público y de la actividad administrativa en beneficio de la cartera personal, y el enemigo evidente seguirá escurriéndose frente a nosotros.