El Gobierno de Sinaloa y el de Culiacán se ha centrado en apostar por las gigantescas obras públicas en materia de vialidad, pero el municipio sigue careciendo de infraestructura básica y de un reordenamiento real del espacio público a beneficio de peatones.
Se van a invertir más de 600 millones de pesos en un malecón nuevo en Culiacán, uno que jamás había sido solicitado por la ciudadanía y en una zona que realmente tiene diversas salidas viales, pero se congeló el proyecto del metrobús en las principales vialidades de la ciudad solo porque este fue ideado por el ex Alcalde Jesús Estrada Ferreiro.
Las calles de Culiacán, además de tremendos baches y de alcantarillas que parecen ombligo de tanta capa de asfalto con la que han resanando las vialidades, no están marcadas correctamente, pues al parecer al Ayuntamiento que preside Juan de Dios Gámez Mendívil no le alcanza para la pintura con la que se deben marcar los carriles y pintar los topes.
En cuanto al ordenamiento vial, en la zona sur de Culiacán sobre la Avenida Patria es un albur moverse, ya sea en carro, camión o a pie, pues las banquetas están ocupadas por negocios, los semáforos son sugerencia, y no existen pasos peatonales seguros a pesar de ser una de las zonas más conflictivas en cuanto a accidentes vehiculares.
Una historia similar se registra en la zona norte de Culiacán, sobre el Bulevar Santa Fe, en donde los domicilios se adueñaron de los andadores, hay zonas donde los vehículos toman sentido contrario en hora pico para evitar la fatiga de buscar un retorno, tiene más de un mes una reparación en la calle de más de cuatro metros de ancho, y los vendedores ambulantes agarran hasta dos carriles de la calle para acomodarse.
Específicamente hay una colonia, Fincas del Humaya, donde hay cerca de ocho vehículos abandonados acomodados en vía pública, una calle que debería ser libre fue cerrada por los vecinos con postes para convertirla en una vialidad privada, y las banquetas son cocheras, con total impunidad.
Estos espacios son solo un ejemplo de la carencia de un sistema de Tránsito Municipal efectivo para la ciudad. Se entiende que exista un déficit de agentes de Tránsito Municipal ante las carentes prestaciones que se ofrecen por parte del Estado, y que por ello no se den abasto para hacer inspecciones de rutina, pero es imposible que mientras se vaya a construir un malecón de más de 600 millones de pesos nos falte mucha atención en temas tan mundanos.
Eso sí, aunque falten tránsitos el Gobernador se hace acompañar de un convoy cuando se desplaza, mismos que van deteniendo el tráfico para que él pueda moverse sin problemas a cualquier hora.
A pesar del esfuerzo del Ayuntamiento de Culiacán por fomentar el turismo local durante Semana Santa, el programa “Ruta Tesoros Escondidos” arrancó con escasa participación: apenas cinco personas abordaron el turibús en su primer recorrido y uno de los horarios tuvo que ser cancelado por falta total de asistentes.
La intención era buena: redescubrir el Centro Histórico a través de un paseo guiado en turibús por espacios como el Hospital del Carmen, el Colegio Rosales, el Mercado Garmendia y la Catedral. Sin embargo, la respuesta ciudadana dejó claro que el entusiasmo institucional no siempre se traduce en interés colectivo.
Esta falta de participación no debería sorprender si se consideran varios factores. Primero, la promoción del evento fue limitada. Fuera de publicaciones en redes sociales oficiales, no hubo una campaña lo suficientemente robusta para despertar curiosidad o emoción. El proyecto parece haber nacido dentro de una oficina y quedarse ahí, sin bajar a la realidad cotidiana de quienes podrían disfrutarlo.
Segundo, el formato y los precios no resultan especialmente atractivos. Muchos ciudadanos sienten que estos lugares ya los conocen o, peor aún, los han naturalizado dentro de una rutina en la que no se perciben como espacios turísticos.
Y tercero, y quizás lo más importante, el contexto urbano actual pesa. No solo Imala ha sido golpeada por la violencia. También lo ha sido la ciudad misma. Las calles del Centro, las colonias tradicionales y los espacios cotidianos que se buscan destacar han sido, en distintas ocasiones, escenario de hechos violentos, operativos armados o persecuciones. La memoria reciente no olvida las balaceras, las cámaras clandestinas, los bloqueos y el temor generalizado que aún persiste.
¿Cómo invitar a recorrer con calma una ciudad donde aún muchos evitan ciertos trayectos por miedo? ¿Cómo generar interés por lo bello cuando lo primero que salta es lo incierto?
El turismo urbano no se construye solo con camiones decorados ni con horarios fijos. Requiere contar historias, crear experiencias, involucrar a las comunidades y ofrecer algo más que un paseo: una conexión con el entorno. Pero para que eso ocurra, primero hay que sanar ese entorno. No con discursos, sino con acciones sostenidas que devuelvan confianza y reencuentro.
El reto no es solo atraer visitantes, sino lograr que sus propios habitantes se sientan seguros de mirar su ciudad de frente. Porque sin seguridad, no hay turismo que florezca.
reencontrarnos con Altata
Por el momento en que atravesamos resulta obvio que en centros de recreación como el puerto de Altata, que por supuesto no es lo mismo que Mazatlán, tengan números negativos en este esfuerzo que han hecho los lugareños por ofrecer sus servicios con todo y lo golpeados que están.
Sin embargo si hay que destacar el esfuerzo que han hecho tanto los empresarios locales del más importante de los destinos en el centro del Estado, y también de los gobiernos local y estatal, por rescatar un poco de lo mucho que han tenido que dejar ir durante la crisis por la que atravesamos.
Los culiacanenses, navolatenses, y visitantes de otros municipios cercanos a Altata, se dejaron ir desde este Jueves Santo, sin embargo no ha sido suficiente.
La raza sigue cizcada porque han sido siete meses muy difíciles por los que hemos atravesado.
De destacar, insistimos, que los paseantes hayan respondido al llamado con todo y sus miedos, y que ya vimos replicando a medios como Noroeste, que ya era justo salir del encierro que también hace mal.
Ahora esperamos que los números puedan mejorar desde hoy y lo que queda de fin de semana para tratar de distraernos, aunque estemos conscientes de que las cosas no están ni cerca de lo que deseáramos.
Un recorrido realizado por nuestros colegas pudo recoger justo eso, que a diferencia de años anteriores, lancheros del malecón de Altata, han registrado un 50 por ciento menos de ventas en los paseos, este Jueves Santo.
Pero también que los visitantes prometen dejar sus miedos, confiar en nuestras autoridades y esperar que podamos todos reencontrarnos con los recuerdos de la brisa, el olor a mar, el sabor de nuestra inmensa gastronomía de Cuaresma y hasta de disfrutar de la música de banda en los atardeceres de nuestras bellísimas playas.
¡A cuidarnos todos!