"Los antiguos representaban a la prudencia en una divinidad alegórica igual que el dios Jano de los romanos, con dos rostros, uno de una joven y el otro de un anciano."
Se defiende titular de la Sedena en caso Tlatlaya
En mi colaboración anterior traté sobre el tema del llamado "justo medio" como el camino o estrategia ideal para aplicar la ley de tal manera que respetando los derechos humanos no quede impune el delito, evitando la brutalidad es decir la violencia pero no el castigo de quienes violentan la ley en perjuicio de los derechos humanos de terceros.
Hoy tratando de complementar la idea del justo medio, incursiono ya no a castigar, a componer o enderezar, sino a prevenir, evitar, no incurrir y esto se logra mediante la aplicación de la virtud cardinal conocida como la prudencia, misma que suele ser muy escasa en la conducta del quehacer humano, en cambio su contraria, la imprudencia es muy socorrida.
Según el Diccionario Ideológico de la Lengua Española, esta virtud tiene algunos sinónimos: sabiduría, sensatez, tino, tacto, juicio y la define como "una de las cuatro virtudes cardinales que consiste en distinguir lo que es bueno o malo para seguirlo o huir de ello".
Más completa es la definición que propone la Gran Enciclopedia Rialp "La prudencia es la virtud cardinal residente en la razón, práctica que ordena rectamente nuestras obras y facilita la elección de los medios conducentes a nuestra perfección, es la más importante de las virtudes cardinales, porque la justicia, la fortaleza y la templanza dependen de ella que vincula al sujeto a la medida objetiva de la realidad y lo conecta con el ser de las cosas".
Ya entrados en definiciones, arriesgando podemos decir que la prudencia es la virtud que perfecciona nuestra razón práctica para escoger en cualquier circunstancia los medios idóneos para el logro de los fines buscados, subordinándolos al fin último.
Más de alguna vez he sostenido en este espacio y en otros foros que al político no le basta la inteligencia y menos al gobernante, si no cuenta con la prudencia virtud indispensable para el estadista, a quien no le basta la experiencia, ni el cúmulo de conocimientos actualizados, si no tiene una visión de futuro, si no está permeado, concientizado de su circunstancia, es decir plenamente sensibilizado, de cara a la realidad no a lo deseable, pero sí a lo posible.
Los antiguos representaban a la prudencia en una divinidad alegórica igual que el dios Jano de los romanos, con dos rostros, uno de una joven y el otro de un anciano para indicar al conocimiento de lo pasado y el futuro. Los egipcios la representaban con una serpiente de tres cabezas: una de lobo, otra de león y la otra de perro.
Aristóteles fue quien en la antigüedad insistió en la importancia medular que tiene la prudencia para el buen gobierno al afirmar que "la única virtud especial exclusiva del mundo es la prudencia, todas las demás son igualmente propias de los que obedecen y de los que mandan. La prudencia no es la virtud propia del súbdito, la virtud propia de éste es la confianza en su jefe".
Posteriormente Santo Tomás avaló la prudencia al avalar al prudente: "El que es sabio que nos enseñe, el que es santo que ore por nosotros y el que es prudente, es el que debe regirnos".
Conforme a la filosofía aristotélico-tomista cuando se pretende explicar o definir algún término acudían a buscar sus causas que a su juicio eran cuatro, la causa material, la causa eficiente, la causa formal y la causa final. Así por ejemplo decimos que la causa material de la comunidad es la gente, la causa eficiente es la sociabilidad, la causa formal es la autoridad y la final es el bien común.
De tal manera que podemos decir la gente se reúne en sociedad elige a su autoridad y esta se encamina hacia el bien común, que es el fin de quienes rigen la sociedad o bien general y la prudencia referida a ese fin la llamamos prudencia política que conduce a las autoridades a regirse por principios éticos y por sus cocimientos prácticos del quehacer cotidiano.
Con el blindaje ético que proporciona la prudencia política y el conocimiento práctico de las cosas que se supone tienen los gobernantes ante los conflictos cotidianos y que necesariamente se presentan, nuestros representantes en los tres poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial acudirán a resolverlos aplicando el principio del justo medio, que según Aristóteles "es el que busca el hombre virtuoso y esta investigación será más eficaz con el auxilio de la prudencia, la virtud moral máxima".
Al escribir estas líneas obviamente no estoy diciendo que así es como actúan los políticos, no me refiero al ser de las cosas y mucho menos de la cosa pública, en latín la "res pública" o república, pero sí al deber ser. Durante siglos a partir de los griegos así pensaron, hasta que Nicolás Maquiavelo escribió su obra "El Príncipe".
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