Sugey Estrada/Hugo Gómez
Es común que se oponga ingenuo a ingenio. Se considera que la persona ingenua no es maliciosa, desconfiada, ni guarda secretos. Es alguien transparente e inocente que corre el riesgo de que se aprovechen de su candidez.
La condición de un ingenuo es equiparable a la de un niño. "El hombre noble conserva durante toda su vida la ingenuidad e inocencia propias de la infancia", dijo Confucio.
El cómico recientemente desaparecido, Roberto Gómez Bolaños, incursionó también por este mismo derrotero al referirse a su personaje central. "El Chavo era el mejor ejemplo de la inocencia y la ingenuidad: la inocencia y la ingenuidad propias de un niño. Y lo más probable es que esa característica haya sido la que generó el gran cariño que el público llegó a sentir por el Chavo", expresó.
Etimológicamente, ingenuo es alguien que nace libre y que goza de noble linaje. También se le llama así al indígena o a la persona natural de un determinado sitio.
De acuerdo al pensamiento actual, si se llama a alguien ingenuo no se le hace ningún favor. Por el contrario, serviría para definirlo como ignorante, bobo, estúpido, cándido, infantil o retrasado.
No obstante, se puede ser ingenuo sin ser tonto. "Ingenuidad no es ignorancia; tal como la entiendo, no es tampoco espontaneidad irreflexiva o mero voluntarismo", subrayó Javier Gomá.
El filósofo español mencionó que muchos buscan contraponer el pensamiento lúcido, caracterizado por dominar todas las ciencias oficialmente reconocidas, y una ingenuidad que busca devolver a la realidad su seriedad perdida, debido a la progresión incesante del subjetivismo.
Vivimos en un mundo que exalta la adultez de la mentira, simulación, egoísmo y soberbia. Es necesario conceder espacio a los olvidados valores de la sencillez, sinceridad, respeto y pureza de intención.
¿Cultivo esta ingeniosa ingenuidad?