Sugey Estrada/Hugo Gómez
El hundimiento del Titanic la noche del 14 de abril de 1912 es considerado una de las más grandes tragedias y naufragios, en el que perdieron la vida más de mil 500 personas.
Este majestuoso barco, que fue construido durante 3 años y se hundió durante su viaje inaugural, tenía una línea soberbia y elegante. Llevaba una cuarta chimenea solamente por estética, aunque algunos afirman que también era un signo de buena suerte.
La chimenea es un sistema que se inventó para dar salida a gases calientes y humo de cualquier tipo de caldera a la atmósfera, ya sean de uso industrial como doméstico: hornos, calentadores, estufas u otro tipo de cocina.
A las chimeneas de los barcos también se les llama chacuacos. Se trata de un vocablo muy antiguo que proviene de la lengua purépecha para referirse a un sahumerio o brasero en el que quemaban hierbas cuyo humo los indígenas aspiraban. Posteriormente, se extendió su uso a las ventanillas en las cocinas que permitían la salida del humo. También se usó para referirse a las chimeneas de fábricas o ingenios. Incluso, existe una frase coloquial para referirse a una persona que fuma en demasía, a la cual se le dice con sorna: "fumas como chacuaco".
Los cristianos, se puede decir, también cuentan con tres chimeneas que brindan oleadas de intenso calor: las llamadas virtudes teologales de la fe, la esperanza y el amor.
Aunque el navío cristiano está ya bien provisto y pertrechado con esta trinidad de chimeneas, es necesario añadir una cuarta, pero no por estética ni para invocar la buena suerte. Esa cuarta chimenea es fundamental, porque se refiere al testimonio que cada cristiano da con su vida para transmitir el calor que el mundo necesita.
¿Utilizo adecuadamente la cuarta chimenea?
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