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"Monólogos"

"Granos de arena"

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04/05/2007 00:00

    Suana Guevara

    ¿Sentirá nostalgia la duna, por la arena que se le va con el viento? Su faldón tendido está peinado no por el aire, sino por las pequeñísimas partículas que de ella arrastra, al venir con fuerza y levantarlas para que salgan rodando hacia un lugar diferente, hacia otra duna, o a la marisma, o al estero...
    Y la una se siente removida; la ve irse, alejarse, perderse de vista entre millones iguales a ella. ¿Sentirá el ímpetu de detenerla? ¿Sentirá miedo de ser cada vez más nada? Porque a fuerza de írsele las arenas se va yendo toda ella en la minitas que nunca volverán a estar juntas, porque de tanto fugarse, se desintegran hasta ser únicamente flequitos de aire.
    ¿Sentirá tristeza de ver cómo se desgasta su volumen que es su ser- y sin sentir que se muere, sabe que se acaba?
    Es como un tibor de bronce abollado a golpecitos que de pulirse una y otra vez se va adelgazando; es un pilón de huellas que se borran al pasar el tiempo; es la duna como la vida de un humano que comprende cómo se le van los años, y las experiencias, y los recuerdos...
    Por eso creo que sé lo que sentiría, o lo que pensaría una duna...si sintiera, si pensara...Me identifico con ella porque los días de otro año se nos escurren entre los dedos; porque son muchas las esperanzas que ya florecieron y se han modificado en frutos y semillas que han quedado sembradas a los lados del camino recorrido; porque muchas ilusiones ya maduras se cayeron de las ramas de nuestros proyectos, ideados para un futuro que ya pasó; porque la playa vacía me dice que ya no somos todo lo que éramos: nuestras arenas se han trasladado, han cambiado de lugar, se han ido, esta´n formando otros montículos donde la vista es bella; y nosotros... nos hemos desgastado sin ellas.
    El hombre siente la nostalgia; revive recuerdos con imágenes que ya no existen y una tristeza muy suave, muy mansa, lo penetra haciéndole sentir su importancia y la invitación ofensiva de la vida, al olvido.
    Sí, siente tristeza el hombre, cuando al irse el sol dejando celajes maravillosos, ve que faltan sobre ellos las siluetas oscuras tan queridas y dispersas por la vida. La siente cuando una paloma silvestre trenza el dibujo de sus huellas, hilos torchados, buscando las semillitas de la palma; y cuando la manzanilla alegra una mañana nueva y no hay quien la mueva para que en protesta amable perfume el ambiente: el hombre también, sin sentir que se muere, siente que se acaba...
    Somos médanos que se desgastan sin violencia, formando siempre suaves líneas curvas que se inclinan en los extremos con la sumisión resignada del que sabe que no hay leyes especiales para él solo; que las corrientes de la existencia traen su arrastre, su desolación y la soledad para el que sin morirse, se va acabando.
    Habrá que consolar a la duna, y al hombre, diciéndoles algo como esto: no te aflijas... a base de correr con el viento tus arenas, tú, te has diseminado. Hay un poquito de ti en muchas partes; donde el aire ha llevado uno de tus pequeños polvillos, ahí hay algo de ti, y no te esfumaste, sólo has contribuido a modelar formas nuevas...
    No estés pesarosa, tus arenas no se han perdido, tan sólo están en otro lugar y con ellas se han formado diferentes ondulaciones que a su vez, moldearán las del futuro... hasta el fin del mundo de las arenas.
    Con su rodar han formado bonita música en el universo, y su melodía da vuelta dejando una nota tuya que se modula desde la insignificancia que eres.
    Además, para no dejar de ser, puedes buscar siempre nuevas proyecciones, como convertirse en un cristal, o parte de un pétalo de porcelana, o cemento en la esquinita de un altar: tanta cosa existe, en que puede ser útil, y ser "algo", un grano de arena.
    Es triste irse en polvo con el viento, pero más lo será dejar de ser voluntariamente, cuando no buscamos una transformación en la actitud y el pensamiento, con lo cual, tal vez, se pudiera enaltecer lo que se era.