1. El reciente viaje del Papa Francisco, a Cuba y los EU, exige una reflexión. Hay quienes lo comparan con las travesías que hizo Juan Pablo II -104 fuera de Italia-, siempre marcadas por reuniones multitudinarias, festivas, llenas de colorido y expresiones folclóricas. Tal fenómeno contrastaba, sostienen las mismas versiones, con las visitas de Benedicto XVI -apenas 24- caracterizadas por su seriedad e introversión. El Papa argentino, de acuerdo a estas tesis, se parece más al difunto polaco, hoy venerado como santo.
2. No comparto esa opinión. Creo, por el contrario, que los viajes del Papa Francisco -en especial este último- toman lo mejor de lo realizado por sus predecesores e, inclusive, los superan. Me explico. Juan Pablo II convocaba a multitudes, es cierto, pero ellas no iban en su mayoría atentas a los contenidos de sus mensajes, sino a disfrutar de un espectáculo. Era tal el carisma del Papa polaco que opacaba cualquier contenido doctrinal. Lo importante era verlo, estar cerca de donde pasara y, de ser posible, tocarlo, saludarlo.
3. Una clara manifestación de esta actitud la hemos tenido en nuestro País durante las cinco ocasiones en que nos visitó. Semanas antes de su llegada, y en las diferentes ciudades que lo recibían, la usual conversación en parroquias y colegios católicos, en cafeterías y plazas públicas, giraba en torno a la pregunta: ¿en dónde te tocó? Quien tendría acceso a lugares más cercanos se sentía privilegiado. ¿Qué diría el ilustre visitante? ¿Qué nos indicaría? ¿Cuáles serían sus exhortaciones pastorales? No importaba.
4. Con el Papa alemán resultaba lo contrario, y cuando vino a León, en el 2012, inclusive se aconsejó a los fieles no aplaudir durante la misa. Su semblante adusto no provocaba el aplauso ni el grito, y todo mundo sabía que era más relevante su dicho que su pose, el texto sobre el gesto. Teólogo de profesión, académico hasta la última gota de su sangre, Ratzinger estaba más interesado en comunicar doctrina que en brindar sonrisas. Buscaba despertar la reflexión y no la simpatía, el análisis, el discernimiento y no el fanatismo.
5. Me parece que Francisco de Roma incorpora las dos características más notables de sus antecesores: el gesto de Juan Pablo II y el texto de Benedicto XVI; el abrazo y la sonrisa del primero y el aporte doctrinal del segundo. En Cuba y los EU vimos al Papa argentino lo mismo tendiendo la mano y su bendición pastoral a quienes abarrotaron los espacios destinados para mirarlo, que pronunciando mensajes llenos de contenidos evangelizadores. Atrae multitudes y sí, las manda de regreso...
6. ...a casa con una sonrisa de satisfacción por haberlo visto, pero también con inquietudes en la mente y el corazón, después de escucharlo. Quizá no tenga las poses artísticas del polaco, o su encantadora sonrisa, ni la sofisticada argumentación doctrinal y la solidez doctoral del alemán, pero posee una calidez y una profundidad que le permiten no sólo impresionar y llamar la atención, sino sembrar la semilla de la conversión personal y estructural. Gesto y texto en la misma persona, sensibilidad y reflexión a la vez.
7. Cierre ciclónico. El pasado domingo inició su mandato el nuevo Gobernador de Nuevo León por... ¿seis años? En repetidas ocasiones ha insinuado que, si la raza quiere, aspirará también a conquistar la Presidencia de la República. Ya desde este momento tenemos avisos de un nuevo chapulineo, el mismo que se criticó en la candidata derrotada y en muchos funcionarios que no terminan los periodos para los que fueron elegidos. Ojalá y sea sólo un alarde, fruto de la efervescencia victoriosa. Porque si es cierto, ya empezamos mal...
papacomeister@gmail.com