David Martín Barajas
Después de los días de Semana Santa en que gran parte de la población acudió devotamente a los templos, otros la utilizaron como esparcimiento y diversión, pero todos seguramente y a su manera, tratando de encontrar la tranquilidad de su espíritu necesaria para continuar con sus cotidianas actividades.
Sin embargo en esta época, el parámetro de la maldad lo hemos cambiado, ahora falsear la verdad en relación al prójimo, queda como una mínima falta, por lo que, con la mayor naturalidad, se levantan falsos testimonios acerca de algunas personas, sin preocuparse en comprobar la veracidad, eso lo vivimos diariamente sobre todo con personajes públicos, avalando fácilmente las calumnias sobre alguno de ellos, y no solo eso, sino que nos deleitamos al transmitirlas como una verdad.
Es tan común esa pérdida de honestidad, que muchas personas de nuestra ciudad, sacian sus problemas sicológicos con la práctica consuetudinaria de la calumnia, pudiendo provocar grandes daños, cuando menos, en forma grave lesionan la autoestima del agredido y la de su familia. Ya desde los libros sagrados antiguos señalaban: "Quien se preste a la calumnia no encontrará descanso ni hallará la paz. Muchos han caído por la espada, pero muchos más caerán por su lengua".
La piedad que se practicó en Semana Santa, sirva para comprender que la calumnia es una forma grave violenta de agredir al prójimo; así es que empecemos controlando nuestra lengua y será una forma más de combatir la violencia en la que estamos inmersos.
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