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"Reflexiones"

"El valor de la prudencia y la discreción"

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03/07/2010 00:00

    Héctor Tomás Jiménez

    La prudencia y la discreción son dos virtudes humanas que delinean una personalidad madura y en consecuencia, quienes las practican, son personas cuyas acciones son bien vistas por la sociedad y por lo mismo son bien ponderadas y apreciadas dentro de su propio entorno. Por lo general, se les considera personas con sabiduría.
    La prudencia es la virtud que permite abrir la puerta para la realización de las otras virtudes y las encamina hacia el fin del ser humano, hacia su progreso interior. El valor de la prudencia no se forja a través de una apariencia, sino por la manera en que nos conducimos ordinariamente.
    Posiblemente lo que más trabajo nos cuesta es reflexionar y conservar la calma en toda circunstancia, por lo que la gran mayoría de nuestros desaciertos en la toma de decisiones y en el trato con las personas, se deriva de la precipitación, la emoción, el mal humor, una percepción equivocada de la realidad o la falta de una completa y adecuada información, que nos hace ser poco prudentes en la toma de decisiones.
    Algunos autores señalan que: "la prudencia es tan discreta que pasa inadvertida ante nuestros ojos, tanto que por lo general nos admiramos de las personas que habitualmente toman decisiones acertadas, dando la impresión de no equivocarse nunca. Son ese tipo de personas que salen adelante y con éxito todo lo que se proponen, conservan la calma aún en las situaciones más difíciles, se percibe su enorme capacidad de comprensión hacia todas las personas y jamás ofenden o pierden la compostura. Así es la prudencia, decidida, activa, emprendedora y comprensiva."
    La discreción, por su parte, es una virtud cuyo significado tiene tres acepciones, una, referida como una cualidad de las personas que son cautelosamente reservadas en la forma de hablar y de decir las cosas, otra a la capacidad que se tiene para saber tomar decisiones responsables en tiempo y forma y sin dañar a terceros y por último, la virtud de emitir opiniones certeras sobre hechos y situaciones determinadas.
    Una persona discreta y prudente, es impecable con sus palabras, nunca juzga ni emite juicios irresponsables, no asume para si mismos asuntos que no son de su competencia ni se toma nada personal cuando otros juzgan y hacen siempre lo mejor que pueden todo lo que emprenden, en una palabra, la prudencia y la discreción, son las dos virtudes base de lo que Don Miguel Ruiz llamó los cuatro acuerdos para una vida armoniosa con los demás y apacible consigo mismo.
    No debemos olvidar que toda palabra pensada es como una palabra hablada, y que cuando pensamos o expresamos juicios negativos en contra de otra persona, tarde o temprano esa persona se enterará de lo decimos o pensamos, por el simple hecho de las palabras vuelan, y más aún cuando lo hacen en forma de chisme y sarcasmo, formas perniciosas de la indiscreción. Hablar en forma negativa de una tercera persona es chisme, sin importar si creemos que la intención es buena, en tanto que mofarnos de las características o acciones de una tercera persona es sarcasmo.
    Hay una aleccionadora historia que nos habla muy bien de las distorsiones de estas virtudes, y dice así: "Cuando yo era niño, cierto día, caminábamos mi padre y yo por un sendero cuando el se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó: Hijo, además del canto de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más? Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí, ¡Sí papá!, estoy escuchando el ruido de una carreta. Eso es, dijo mi padre, y es una carreta vacía. Sorprendido le pregunté a mi padre: ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aun no la vemos? Entonces mi padre respondió: Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace. Es por eso que hoy, ya convertido en adulto, cada vez que veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y haciendo de menos a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo: "Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace". (Fin de la historia) JM Desde la Universidad de San Miguel.

    udesmrector@gmail.com