Editorial
Siempre se puede aprender de los fracasos, de las derrotas, pero nadie quiere aprender del dolor, y este 2020 ha sido un año que ha dejado un inmenso dolor en el pueblo mexicano y en el mundo.
Son pocos los que pueden presumir que no han perdido un familiar, un amigo o un conocido; un virus silencioso e invencible nos ha utilizado para expandirse y en su camino ha destruido millones de vidas.
La fragilidad que hemos mostrado nos enseña que estamos muy lejos de ser los poderosos habitantes del planeta que creemos. Un diminuto virus nos ha echado en cara que en cualquier momento podemos perder lo más preciado: la vida.
La pandemia marcará este año que se va con un color rojo en la historia de la humanidad, donde una pandemia ha destruido nuestra tranquilidad, deteriorado nuestro patrimonio y robado las vidas de personas que todavía tenían una vida por delante.
Nos queda como recompensa, la inmensa solidaridad de los trabajadores de Salud, médicos y enfermeros que se han enfrentado al virus cara a cara, y en jornadas extenuantes para salvar a muchos de los que han caído contagiados.
Seguramente también hemos aprendido la importancia de cuidarnos y de cuidar a los demás, y esperemos que después de superar la pandemia nos queden protocolos e instituciones que nos sirvan para protegernos mejor en el futuro.
Desde aquí le enviamos un abrazo a todos aquellos que han perdido algún ser querido en esta pandemia y les deseamos una pronta resignación.
Siempre puede haber un año peor, pero esperemos que nada sea tan triste como este 2020.