Con la entrega de la constancia de mayoría al candidato de Morena a la Gubernatura, Rubén Rocha Moya, finaliza tácitamente el proceso electoral 2021 en Sinaloa, salvo las impugnaciones en municipios como Ahome y las dudas no resueltas en Escuinapa.
Termina uno de los procesos electorales más tensos que hemos vivido en las últimas décadas y esperamos que una vez dirimidas las diferencias en las urnas, las aguas regresen a su nivel y podamos recobrar la relativa tranquilidad en la que vivíamos antes del proceso.
Recordaremos siempre la aparición de la violencia dirigida en contra de los aparatos de organización electoral de los partidos que se dio en esta elección, como una estrategia electoral más y la entrada de la delincuencia organizada a los procesos electorales.
El problema derivado de la violencia en unas elecciones es si somos capaces de aprender la lección y diseñamos mecanismos para que no vuelva a suceder, o si simplemente vamos a seguir permitiendo que la violencia entre en cada uno de los ámbitos de nuestra sociedad.
Algunos observadores del proceso electoral llamaban a la cancelación de las contiendas en cada zona o región donde ocurrieron hechos de violencia, sin embargo, nuestras reglas electorales ni siquiera lo contemplan, así que la mayor parte de la solución que se dio fue la sustitución de candidatos o el retiro de algunos de ellos.
Quedan otros asuntos que resolver, como las declinaciones de algunos de los candidatos, una figura que se acostumbra en muchos países, pero que en México ni siquiera cuenta con mecanismos electorales para responder a un suceso de esta naturaleza.
Otros elementos perturbadores siguen siendo los financiamientos de las campañas y el uso de las redes, todavía perfectibles y alimento de la polémica cotidiana.
