Editorial
El silencio en Choix sólo lo rompe el sonido de las balas, nadie se atreve a levantar la voz, a investigar, a perseguir a castigar, la violencia se ceba en contra de un municipio que ha sido tomado por la delincuencia organizada desde hace décadas.
Ni siquiera la presencia permanente de la Guardia Nacional y el Ejército consigue aminorar el desastre en seguridad de una región controlada por diferentes grupos de delincuentes.
La indignación de los habitantes de Choix no pudo contenerse ayer, después del hallazgo de los restos sin vida del Secretario del Ayuntamiento, Francisco Fierro Torres, ante todo un hombre bueno.
La impotencia de saber que Fierro Torres fue plagiado por un grupo armado y que a pesar de una búsqueda incesante de las diferentes corporaciones, nadie pudo localizarlo hasta que fue demasiado tarde.
Choix, ese rincón del norte de Sinaloa que colinda con Chihuahua y con Sonora es desde hace tiempo tierra de nadie, donde se asesina, se plagia, se arrebatan propiedades y se queman ranchos, sin que nadie pueda ofrecer justicia y seguridad a sus habitantes.
El problema de los operativos y la presencia permanente del Ejército, la Guardia Nacional y el resto de corporaciones policiacas en la región, como en el resto de Sinaloa, es que es una presencia pasiva y reactiva.
Pasiva porque no hacen un trabajo de inteligencia, se limitan a esperar a que los delincuentes den el primer paso, o primer balazo, acaso realizan rondines y limitados patrullajes.
Reactiva porque sólo se mueven cuando ha pasado algo, entonces es cuando vemos y escuchamos el fragor de la movilización, demasiado ruido para ir a levantar muertos y hacer un reporte de lo sucedido.
El problema es que aquí en Sinaloa los únicos que planean sus ataques son los delincuentes, mientras nuestros guardianes y vigilantes se limitan a esperar a que se oigan los balazos.