El sistema penitenciario de México se ha caracterizado por operar con deficiencias en diferentes aspectos en los que deberían estar cuidados: desde la reinserción social de los condenados hasta la seguridad con los que están funcionando.
De entrada, estudios continuos que se han hecho sobre las cárceles en el País y donde Sinaloa no está exento, es que todavía prevalece un alto nivel de reclusos que pagan con cárcel delitos sobre los que aún no han sido condenados.
Esa ha sido una de las principales causas por la que los penales del País presentan una sobrepoblación, pues la prisión preventiva oficiosa se ha vuelto una norma en los procesos judiciales, aunque estos, tarden bastante en resolver la condición del acusado.
Y todo esto ha generado problemas en los trabajos de reinserción de quienes están juzgando una condena, o quienes están a la espera de llegar a la parte final del juicio, porque las cárceles, sobrepobladas, ofrece pocas posibilidades de capacitarse y de rehacer su vida en condiciones como las que se encuentran.
Y justo eso añade otro problema para el sistema penal: el de la seguridad interna. Cada centro penitenciario del País se ha convertido en un sitio con alto potencial de manifestaciones violentas por la manera en que se han estructurado y con controles de seguridad obsoletos.
Desde la introducción de drogas y armas hasta la poca posibilidad de que los internos estén separados por los diferentes grados de delitos que están purgando prevalecen en las cárceles y eso anula las pocas capacidades que tienen para vigilar un centro de reclusión como eso.
Y esas limitaciones termina generando desgracias adicionales, como la muerte de una mujer indígena ocurrida en un penal de Angostura, que estaba en prisión acusada de feminicidio por la muerte de su hija de cuatro años, quien fue encontrada sin vida cerca de un dren en la comunidad de Juan José Ríos, en Guasave.
En México y en Sinaloa hace falta más seguridad y las estrategias, que aún siguen ausentes, tienen que llegar también a los penales, para dejar de contar, en su interior, los delitos y muertes que siguen generándose.