Editorial
La crisis sanitaria que afecta al mundo ha puesto de cabeza muchas políticas que parecían intocables y una de ellas es la política de migración en Estados Unidos, donde los indocumentados se han convertido en una pieza clave.
Resulta que a la hora de dividir los empleos en “esenciales” o “no esenciales”, el trabajo de miles de indocumentados que realizan la cosecha de alimentos en California resultó clasificado como “esencial”.
El Gobierno de Donald Trump se dio cuenta que en el entorno de crisis económica resultaba absurdo seguir persiguiendo y acosando a los indocumentados, cuando el país podría quedarse sin alimentos en unos meses.
Solo en California trabaja casi un millón de personas en la recolección de cosechas como el arándano, fresas y cerezas, por nombrar algunas de las principales cosechas que se realizan en esa zona.
De esa cantidad de personas se calcula que más de la mitad son indocumentados, la mayoría de origen mexicano; tradicionalmente trabajadores que viven con el temor de ser deportados.
Pero ante la emergencia actual, Trump ha dado la orden de que se detenga la persecución en contra de los indocumentados, incluso dio la orden de entregarles una hoja donde se les permite el libre tránsito en su zona de trabajo, algo impensable hace unos meses.
La famosa ICE, el Servicio de Inmigración y Servicio de Aduanas de Estados Unidos, anunció, casualmente, la cancelación de todas sus redadas en contra de los inmigrantes, tomando como argumento la emergencia sanitaria.
Finalmente, los estadounidenses han tenido que aceptar la importancia de los trabajadores inmigrantes, aún y cuando sea solo por un interés económico puro y duro.
El virus por lo menos ha traído algo positivo para miles de personas que han sido agredidas y perseguidas durante el Gobierno de Trump, cuando lo único que hacen es sacar adelante la chamba más dura.