La llegada de un Año Nuevo siempre invita a replantear los propósitos de vida, tanto en lo personal como en lo colectivo y en esto último vale la pena plantear algunas de las necesidades que se tiene como sociedad.
Tras la crisis de violencia que ha vivido Sinaloa en los últimos meses, ha quedado claro que se necesita de una sociedad más activa que se manifieste dispuesta a reclamar los espacios que le corresponden.
Y esto tiene que ver con la manera en cómo se relaciona con quienes tienen un vínculo con operaciones ilícitas, pero también, en cómo demanda a las autoridades que cumplan con sus obligaciones.
Lo primero puede enfocarse más que nada en no normalizar las acciones que realizan quienes se involucran con la delincuencia y considerar que se trata de asuntos ajenos al entorno privado.
Y aunque suena complicado, hay que entender que la manera en que ha permeado el crimen organizado en las actividades cotidianas ha sido por esa permisividad, y se presenta tanto en las colonias populares como en cotos residenciales privados.
Pero lo más importante, sin duda, es que ante crisis como las que ha vivido Sinaloa, se necesita de una sociedad más activa que reclame a las autoridades lo justo: garantizar la seguridad para todos.
Porque ahí también ha habido permisividad hacia las autoridades: se les deja a quienes gobiernan la verdad absoluta, aunque no haya resultados, y es momento de que se les exija que rindan más.
Estos propósitos no debería servir para marcar territorios de buenos y malos, sino de espacios en el que se respeten las reglas de convivencia y sobre todo, de respeto a la Ley, y quien no lo haga, que sea sancionado.
Tras una crisis prolongada, la sociedad de Sinaloa merece nuevas formas de convivencia, en el que se les garantice la protección y la certeza de que sus actividades no serán alteradas por las operaciones de la delincuencia. Y la responsabilidad deberá ser de todos.