Prohibir no

    Mazatlán se ha caracterizado por ser un destino en el que fácilmente se puede encontrar la fiesta y qué bueno para quienes la disfrutan. Pero no significa que por esa fama el desorden sea el que se imponga en las calles y zonas turísticas.

    Como muchas de las cosas que actualmente ocurren en México, un tema surgido en Mazatlán se ha convertido también en un tema de polarización entre la opinión pública.

    Desde hace un tiempo, no ahora como se ha asumido en algunos medios, se ha estado insistiendo en la necesidad de llegar a un punto en el que la música estridente sea regulada, ante el desorden auditivo que se tiene en la ciudad.

    Quizá para algunos solo basta con tener un poco de sentido común para bajar el volumen cuando se pasa por una zona residencial para no generar molestias, pero ese sentido común no existe en ninguna parte. O al menos en muchos conductores de vehículos, públicos o privados.

    Y ante esa falta de sentido común, se hace necesario llegar a acuerdos para que Mazatlán, necesitado, tenga un orden en su crecimiento, que de por sí ha estado descontrolado.

    Porque también ha estado ocurriendo en las playas y es el punto donde más polémica se ha generado, como si las bandas sinaloenses vayan a ser enclaustradas. Y no se trata de eso. Se trata de un problema de autoridad. Y no de este Gobierno, sino de administraciones anteriores.

    ¿Cómo hacer que algo tan esencial para la vida de Mazatlán, como la música de banda, pueda gozarse en lugares públicos, sin ningún problema, sin que eso termine por afectar a otros? Ahí es donde se ha estado eludiendo la responsabilidad una y otra vez. Regular y encontrar un punto medio.

    Porque sí, Mazatlán se ha caracterizado por ser un destino en el que fácilmente se puede encontrar la fiesta y qué bueno para quienes la disfrutan. Pero no significa que por esa fama el desorden sea el que se imponga en las calles y zonas turísticas.

    Y no, no significa que se tenga que tomar una decisión en la que todos se deban meter a sus casas, a sus cuartos de hoteles o a sus departamentos rentados después de determinada hora. La prohibición no ayuda a nadie.

    La actividad turística de ahora es muy diferente a la de hace 10 años y a pesar de que cada vez hay más turísticas, las reglas de convivencia siguen inmutables. Y es ahí donde se debe actuar.