Editorial
El resultado positivo de infección de Covid-19 del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, debería servir para repensar la manera en cómo se ha estado gestionando la pandemia y qué cambios son necesarios y urgentes para implementar.
El rebrote del coronavirus ha sido más intenso después del período vacacional de diciembre y hasta ahora, con cifras a la baja o reportes en aumento, las medidas sugeridas han sido las mismas.
El Estado mexicano ha planteado acciones a seguir para que los contagios no ocurran, pero ha dejado en manos de la población la decisión de adoptarlas. Y pareciera que hoy eso es lo que tiene al País sumido en cifras que alarman y al mismo tiempo, dejan de sorprender.
El Gobierno ha argumentado, a su favor, las inequidades que prevalecen en México para imponer medidas más estrictas y restrictivas para inhibir la movilidad de la gente en momentos en que las infecciones por la pandemia han sido más intensas.
Por los resultados que se han tenido hasta ahora frente a una pandemia de por sí agresiva como la del Covid-19, la estrategia del Estado Mexicano frente a esta emergencia sanitaria ha sido fallida.
Como fallido también han sido los gobiernos locales, que han tardado en reaccionar y en imponer medidas que permitieran asegurar la salud de su población.
Y fallida también ha sido la actitud de la gente, que ha preferido desafiar al coronavirus y terminar enfermo, y algunos muertos, que resguardarse y esperar mejores momentos para convivir.
La enfermedad del Presidente debe servir para repensar qué estrategias son las que pueden servir a un País como el de México, con todo y sus contrastes, para alentar el confinamiento y reducir la movilidad en momentos en que las infecciones siguen altas.
El Estado mexicano debería actuar e intentar buscar una salida, diferente, a esta crisis sanitaria del Covid-19, que no dará tregua, aún con la vacunación en marcha.