Partidos con dueño

    Da tristeza pensar que los únicos partidos normales a estas alturas son el PRI y el PAN, dos organizaciones que se encargaron de autodestruirse, solo para dejarnos como herencia un montón de partidos satélites repartiéndose las migajas de poder.

    Sin un control externo y capitaneados solo por sus líderes, en ocasiones uno solo, la mayoría de los partidos en México carecen de una estructura que les dé legalidad interna y coherencia hacia afuera.

    Claro, todos tienen su reglamento, una supuesta ideología y sus estatutos, pero a la hora de la hora, la mayoría solo obedece los intereses de su líder en turno, su fundador o una camarilla que consigue hacerse con su control.

    Los ejemplos sobran y el último que acaba de hacer una barrabasada pública en Sinaloa ha sido Movimiento Ciudadano, un partido que obedece solo a los intereses de su fundador y líder, Dante Delgado, quién se dio el lujo de decirle a sus seguidores que pueden irse por la puerta grande si no les gustan sus asambleas donde se elige a quién a él se le pega la gana.

    El Partido Verde sigue siendo propiedad de la misma familia, González Torres, que lo fundó; igual que el Partido del Trabajo, donde Alberto Anaya sigue siendo el propietario fundador.

    En Sinaloa tenemos al Partido Sinaloense como ejemplo local de estos partidos, donde la militancia es lo que menos importa, cuando lo único que busca esa organización es entronizar a su creador.

    ¿Y qué podemos decir de Morena? El partido que controla al País y que ni siquiera existe en la realidad, carece de una estructura, cuenta con apenas un puñado de militantes y solo vive y respira alrededor del Presidente Andrés Manuel López Obrador.

    La mayoría de los partidos políticos nacen bajo el paraguas del poder de una persona o un grupo de intereses, no bajo un ideal o una ideología, que sería lo más normal en la construcción de una organización política.

    Da tristeza pensar que los únicos partidos normales a estas alturas son el PRI y el PAN, dos organizaciones que se encargaron de autodestruirse, solo para dejarnos como herencia un montón de partidos satélites repartiéndose las migajas de poder.