Los perdedores invisibles

17/01/2022 04:00
    Detrás de la pandemia provocada por el virus del Covid-19 hay un rastro de víctimas que solemos cuantificar día a día: contagiados, hospitalizados y fallecidos. Pero detrás de la innegable vereda de números rojos que va dejando la pandemia, hay miles o millones de víctimas que lo han perdido todo sin apenas hacer ruido, o lo que es peor, sin siquiera saberlo

    Detrás de la pandemia provocada por el virus del Covid-19 hay un rastro de víctimas que solemos cuantificar día a día: contagiados, hospitalizados y fallecidos.

    Pero detrás de la innegable vereda de números rojos que va dejando la pandemia, hay miles o millones de víctimas que lo han perdido todo sin apenas hacer ruido, o lo que es peor, sin siquiera saberlo.

    Inmediatamente después de las cifras de Salud nos llegan los números de la economía, las dos grandes áreas que se han robado la atención durante la pandemia.

    Miles, quizá millones de negocios en todo México y en el mundo, no volverán a abrir las puertas, o lo harán de manera diferente, tratando de adaptarse a los nuevos tiempos.

    Pero hablemos de la gente a la que no se le está permitido el acceso a los medios de comunicación o simplemente no entran en las encuestas de víctimas del virus.

    Hablemos, por ejemplo, de los deportistas que planean su año pensando en tal o cual competición, generaciones completas de atletas que se quedaron a engordar en su aislamiento, mientras eran cerrados sus campos de entrenamiento o eran canceladas las competencias donde se convertirían en las estrellas que ya no fueron.

    Hablemos de los artistas que perdieron sus escenarios. No de aquellos que volverán después de la apertura, sino de aquellos que jamás han conocido el éxito y que ahora fueron sepultados por dos años de silencio escénico.

    Pensemos en aquellas personas que esperaban la oportunidad de su vida, que viajarían a una entrevista lejana y que las restricciones impidieron.

    En los novios que pospusieron la fiesta para casarse y que en la espera perdieron el impulso vital necesario para enfrentar un reto de esa magnitud.

    Pensemos en los niños que crecieron sin escuela, en la abuela que no recibió visitas, en el tiempo que se ha ido, irremediablemente.