Dicen que la información es poder y quien esté mejor informado podrá tomar mejores decisiones, quizás sea una frase sobada, pero tiene una gran verdad, aunque también tiene sus bemoles cuando quien ofrece la información de alguna manera la otorga sesgada, mutilada, o con matices a conveniencia.
Mucho se ha hablado últimamente de la polémica generada por los libros de texto gratuitos que se tiene previsto entregar este mes de agosto.
Aunque los textos ya han sido analizados por especialistas, docentes y han encontrado errores, los cuales deben ser indefendibles porque se trata de libros que van a dar a manos de nuestras niñas, niños y adolescentes. Pero los errores como en todo tienen nombre y apellido y ahí sí debería el Gobierno federal hacer algo al respecto.
Una cosa es muy cierta, en esta ocasión se hizo un rediseño no sólo de los libros, sino también del contenido, lo cual es aplaudible que se haya querido realizar un acción histórica para una educación moderna, pero eso mismo ha levantado ámpula.
Desgraciadamente, la polémica y la discusión se ha centrado en disputas políticas de oponentes contra oficialistas, al grado de que incluso se ha llamado a destruir los textos, lo cual en un país moderno es inadmisible.
Quizás el organismo Mexicanos Primero Sinaloa ha dado mejor luz a esta polémica al considerar que es una prueba para los docentes, y los alumnos mismos de ver la mejor manera de ofrecer y recibir esos contenidos, aprovechar lo que sirva, y así ver la manera en que evolucionan estos nuevos textos y poder hacer un análisis de los resultados de los nuevos materiales.
Y es donde debería centrarse la discusión, claro que los errores son inadmisibles, y quizás haya que hacer un material extra con explicaciones o fe de erratas, pero lo importante es el contenido, sí lo es.
Más allá del estridentismo y la histeria política, lo importante son las niñas, niños y adolescentes.
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