Editorial
Las historias se suceden una y otra vez. Lo mismo ocurre en el norte del País que en el sur, en la capital o en otra entidad. Las mujeres siguen siendo sometidas a una violencia que en muchos casos, termina con su vida.
Ingrid es el último de los casos de estas historias de horror de las mujeres asesinadas en el País. Algunos casos, como el de ella, con origen en el seno familiar y otros, por quienes ejerciendo una supuesta superioridad, abusan de ellas y terminan quitándole la vida.
En los últimos cinco años, hasta el mes de junio de 2019, en el País fueron asesinadas 14 mil 152 mujeres, de los cuales, según cifras del Secretario Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 3 mil 233 fueron considerados como feminicidios.
Esto demuestra que no todos los asesinatos de las mujeres son considerados como feminicidios y se dejan en la categoría de homicidio doloso. Principalmente, porque se investiga poco.
Y en algunos de esos casos, se ha visto en la necesidad de establecer la Alerta de Género, dado los índices que se han alcanzado en algunas de las entidades del País.
Ante todos esos hechos y esas cifras, ¿qué ha cambiado en México? Absolutamente nada. Como en muchos otros delitos que se presentan en México, la impunidad en el asesinato de mujeres sigue siendo alta. Solo un 10 por ciento de los casos de castiga.
Y sí, como en otras situaciones del País, en el caso de las mujeres que son asesinadas en el País, sean feminicidios u homicidios dolosos, hace falta que se castigue y para que eso ocurra, hace falta que se investigue.
El sistema de procuración de justicia en México es aún muy débil y alienta la impunidad y la comisión de delitos en sectores vulnerables, como el de las mujeres.
Mientras no se le dé una salida institucional y práctica a la procuración de justicia, lamentablemente seguirán viéndose casos como el de Ingrid o el de tantas otras mujeres violentadas en México. Y no, no se pierde nada con admitir la gravedad de este asunto.