Editorial
Las manifestaciones feministas deberían de dejar de sorprendernos, la lucha por la igualdad de género llegó para quedarse y será así en el resto de la historia de México.
Las mujeres han pasado del discurso a la acción y sería bueno, como sociedad, aceptar una nueva realidad que no tiene vuelta atrás.
Las grandes ciudades son las primeras en admitirlo, desde hace tiempo Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey son puntas de lanza, donde la igualdad entre mujeres y hombres es algo que se da por sentado.
Otras ciudades como Tijuana, Ciudad Juárez o Mexicali caminan por el mismo rumbo, quizás empujadas por los aires de igualdad provenientes de Estados Unidos, donde el feminismo tiene más de medio siglo reformando leyes y cambiando costumbres a pasos agigantados.
El problema en México es que seguimos reaccionando tarde, siempre detrás de los movimientos sociales, siempre lentos para estar al día.
Los cambios en las leyes mexicanas que garanticen los logros de la nueva revolución femenina siguen llegando lentamente y cuando se anuncia uno, ya hay varios exigiendo ser legislados por nuestros diputados.
La 4T llegó con la bandera del feminismo enarbolada, pero en realidad todo sigue siendo un discurso, mientras la violencia, la desigualdad y la discriminación en contra de las mujeres siga existiendo, sus posturas seguirán siendo sólo un planteamiento que no termina por llegar.
Resolver la desigualdad de las mujeres de México tiene que convertirse en leyes, en actitud social y en hechos económicos.
Si no tenemos mujeres con puestos de toma de decisiones, mujeres exitosas económicamente, si no están en todas y cada una de las capas sociales, económicas, políticas y culturales del País, entonces seguiremos en deuda con ellas.