Editorial
Los generales de Morena otean el horizonte, escuchan el viento y revisan, una y otra vez, los pronósticos de sus oráculos, para llegar siempre a la misma profecía: los espera una dura batalla sin su principal guerrero entre sus filas: Andrés Manuel López Obrador.
Acostumbrados a la guerra de guerrillas saben que por primera vez tendrán que defender el poder a cielo abierto, con sus ejércitos uniformados, en fila y aguantando las embestidas y las escaramuzas de sus enemigos, pero el primer problema es que no hay ejército.
Morena se negó a construir un partido, a abrir las puertas y a recibir a todos aquellos que quisieran pelear a su lado, en su lugar se atrincheraron y se repartieron el botín, con la esperanza de que el pueblo salga a defenderlos en el próximo proceso electoral.
La apuesta parecía dar resultado, se repartió pan al pueblo, se les dio su limosna y se prometió el paraíso en la tierra, el problema es que el paraíso no ha llegado, y en lugar de la tierra prometida, el pueblo ha recibido el castigo de la pandemia, el de la miseria y el de la violencia.
Los morenos quisieran que regrese su paladín a la batalla, el problema es que su principal guerrero ya es el dueño del reino, ya no hay tesoro que pelear, ahora toca defender el castillo.
El otro error de los morenos es que se han dedicado a polarizar el País, hundiendo a los opositores en un solo bloque que podría unir sus fuerzas hasta construir ejércitos regionales poderosos.
Difícilmente los opositores pueden asaltar el castillo del tesoro, pero les alcanzará para pelear palmo a palmo cada uno de los estados y municipios en juego.
Inevitablemente caerán muchos de ellos, dejando a Morena sin el enorme poder que les dio un solo guerrero y que ahora está imposibilitado de pelear.
Inician los llamados al pueblo para que los defiendan, veremos cómo responden aquellos que siguen pobres, desplazados y sin el paraíso que les prometieron.
